miércoles, 23 de diciembre de 2015

El "gordo" cae en el hospital Niño Jesús. ¡Una mañana DVICIO!

El arcoíris del teatrito del hospital Niño Jesús, se ilumina con potencia la mañana del 22 de diciembre : acaban de entrar cinco soles que además de calentar e iluminar nos dan las gracias por permitir hacerlo. Reparten sonrisas, besos y agradecimiento como si los soles no fueran ellos.


La mañana del 22 de diciembre, día de la lotería y comienzo de la Navidad, los niños ingresados, de largo tratamiento, no tendrán cole. No saben por qué. Tampoco les preocupa: ¡no hay cole y hay sorpresa en el teatro! Eso es ya suficiente.


Los niños de la sala de día de oncología, aparecen como pueden. Con sus cabecitas desnudas, desnudos sus corazones, reciben cualquier novedad que alivie ese duro día -que es uno de tantos otros- con interés y expectación.


Van entrando, con sus pijamas, en sus sillas de ruedas, atados a sus maquinitas...y los ojos se les salen de la sonrisa. No lo pueden creer... ¿Cómo es posible?! ¡No puede ser!

"¡Que sí! ¡Qué sí! ¡Claro que son ellos!" 
"¿Los conocéis?" 
"¡Síiiiiiiiii! ¡¡¡Son  Dvicio!!!

Y se van quedando parados, clavados de la emoción. Sobre todo las niñas, claro. 

"Pero pasad. Dadles un beso" 
"Pero ¿podemos?" 
"¡Pues claro! ¡Son todos vuestros! 
"Ay, ¿tienes un papel?
Y ellos encantados, las besan, se hacen fotos, hablan con ellos, les dan ánimos,les firman autógrafos, les preguntan...

Marta, demacrada, no quiere acercarse. Son sus ídolos.

Pero le da vergüenza. La animamos, pero no hay manera. No importa. Andrés, el cantante, se acerca, le canta,le coge la mano y Marta sabe que esa mañana la quimioterapia va a trabajar mejor, mucho más potente. Como potente es el latido de la emoción de su corazón en esos momentos.


Esther (nunca te olvidaré aunque tú no lo sepas ni sepas por qué) entró remisa porque los dolores no le daban tregua esa mañana. Lo que no sabían esos dolores es que hay medicinas que entran en vena pero suavemente. Y Esther pudo hacerse fotos con cada uno de sus cinco ídolos y tener un autógrafo y olvidarse de ese tormento del que no lograba desprenderse esa mañana por más medicamentos que llevaba en su porta. Nunca pudo imaginar que aquella mañana sería tan feliz.




Todos conocen sus canciones. Ellos les invitan a "enamorarse otra vez" y como lo imposible ha sido posible en esa mañana, logran- no sé si lo saben- que con su música, su cercanía, su sonrisa sincera, los chavales den un empujón asombroso a su desánimo para enamorarse de la vida, de las ganas de no tirar la toalla. 


Todos cantaban con ellos y levantaban sus manitas y no parpadeaban con sus ojos tan abiertos...como para que no despareciera esa magia imposible en ese lugar.

Pero sí, la magia fue posible porque estos chavales, tan jóvenes y con una carrera tan brillante (el vídeo de arriba tiene casi 8 millones de seguidores) son, sobre todo, buena gente. Y además de cantar con ellos y de moverse por entre el público para que nadie se quedara sin sentirlos cerca,  no se cansaron de saludar, de hacerse fotos, de todo lo que hiciera falta.

E hizo falta ir a una habitación porque una niña acababa de salir de una operación y era una fan de primera fila. Y allá fueron a saludarla y a cantarle a "capella". Siempre con su sonrisa. 


La sorpresa continuaba y

alguno recibió una guitarra firmada por todos ellos. 
"Huy, creo que te ha tocado "el gordo" hoy aquí en el hospital ¿no crees?"
Ella no sabe qué decir, no cree todo lo que le está pasando desde esa silla en la que debe moverse porque se encuentra débil. 
Pero su madre sí sabe qué responder: 
"Además que sí, que nos ha tocado "el gordo" hoy. Porque el escáner ha salido limpio"
Y todo, la guitarra, la música, su cabecita desnuda, sus ojeras, la alegría que no sabe cómo expresar... cobra un sentido singular.Extraordinario. 
Como ese día en ese hospital.
Porque nunca ha estado ese teatrillo tan lleno de pacientes, familiares, personal del hospital y alegría como  esa mañana del 22 de diciembre de 2015.

Los niños en medio de su enfermedad, quizá algo más emocionados por los días que se avecinan, han vivido un día único en sus vidas. Porque Andrés, Martín, Alberto (Missis), Luis y Nacho les han llevado al "paraíso" y les han hecho sentir que no hay nada como estar con ellos.







Al final, todos se van contentos. Con sus fotos, sus autógrafos, tarareando las canciones... 


Nos quedamos para hacernos la foto-recuerdo la organización del hospital y la gente de Música en Vena, la asociación que ha hecho posible tanta alegría hoy.


Se despiden de todos, somos muchos. Como 15. Nos van besando. Martín es el primero. Yo estoy en la retaguardia y me quedo fuera de su despedida. Se gira, mira. Se da cuenta y vuelve hasta donde yo estaba para darme los dos besos que ha dado a todos los demás. 

Podríamos pensar que es parte de su marketing, que estas cosas las hacen porque les dan más puntos. Para mí quedó claro desde que entraron por la puerta dando las gracias por la invitación que no era así. Esa vuelta sobre sus pasos de Martín, ese dar besos de verdad, no como una formalidad más, me dijo lo que vi durante todo el concierto y así se lo dije a ellos: "Estos detalles marcan la diferencia entre profesionales buenos y los buenos profesionales". Entre la gente del montón (aunque sean disco de oro en todos los continentes) y la buena gente. Como DVicio. 

Muchas gracias por todas las emociones que repartisteis y por hacer brillar la navidad, la ilusión y la alegría en los ojos de tantos niños tan enfermos y tan necesitados de ese empujoncito en vena.


lunes, 21 de diciembre de 2015

Toros enamorados, cascabeles... Cristales rotos II

Seguimos abriendo cerrojos. Esta vez los de Siquiatría de adolescentes. Nos recibe un árbol plantado de regalos y un chaval de unos 15 años que entra a la sala anticipadamente, dando saltos. Como quien va dando un paseo alegre y feliz por un bosque.

Chavales jóvenes varados allí...

Y de nuevo volamos a Ipanema y Celia y Alejandro proponen más villancicos. Casi todos se animan a ese viaje de música y alegría. 

Sólo una chica se mantiene en silencio, seria. Aplaude pero no participa. Su silencio es como un grito
en medio del bullicio y de las ganas de disfrutar de todos los demás. Un grito mudo y estrepitoso.


A su izquierda, una preciosa chiquilla rubita, canta cada canción encandilada. Con los ojos cerrados se zambulle en la música y la amasa y la hace suya; aderezando las melodías,  suavemente,  con diferentes tonos. La animamos a cantar, pero Loreto, tímida no quiere.

Virginia o Celia les animan a proponer alguna canción. Loreto nos sorprende. Le pide a Alejandro "El toro enamorado de la luna". 
   Todos conocemos el estribillo. Nadie la letra. 
Loreto se lanza y  con una voz delicada y perfecta que llega donde ninguno podemos, nos la canta con los ojos cerrados y llena de emoción. 
Nos sorprende que alguien tan joven conozca esa copla. Azu llega a la conclusión de que la conoce porque actualmente alguien la ha versionado. Loreto nos explica que no, que la conoce y es especial para ella porque se la cantaba su padre que es también un poco músico.
Lleva mes y medio en el hospital por un trastorno alimenticio.Y la canción que necesitaba oir era esa que venía cosida al recuerdo de su padre, de ella con su padre, Pura Música en Vena.

Con mucha prudencia, como siempre pero mucho más en esas salas de cristales rotos, pregunto a una enfermera si Loreto canta. Y sí, Loreto canta y hace muchas cosas más. Es alguien muy especial, con una sensibilidad muy especial también. Por eso, quizá, la vida se la ha llevado por delante. Pero solo por un ratito, ¿verdad, Loreto? ¿Verdad que sabrás sacar de ti toda esa fuerza que aprisionas con tus ojos cerrados para arramblar con la sombra que te impide ser feliz?

MeV llega hasta esas salas con la ilusión de ser ese aldabonazo que les recuerde las cosas hermosas por las que merece la pena intentar sacar fuerzas de donde no hay. Es como el cascabel
que les recuerde que no lo sabemos pero que, a veces, sólo necesitamos un empujón para abandonar las tierras movedizas en las que se convierte el mismo hecho de respirar.Que hay que dejarse llevar. Dejarse empujar. Dejarse ayudar. 

Quien sabe si esa otra chica que no cantaba ni casi miraba no sintió ese calambre muy dentro de ella y en algún momento le ayude a encender la chispa que queme toda esa negrura y esa soledad que estaban sentadas con ella en esa silla.

Esa es la esperanza que MeV esparce en esas salas. Ayer de la mano cálida y optimista de Celia y Alejandro.



Nos quedaba el final; la unidad de día de Oncología.
 Inma se queja de su oscuridad y tiene razón. No hay ventanas. Es como un búnker donde cuesta más olvidar donde estás. 
Intentamos llevar la luz y el calor que le falta con la música. 

Celia y Alejandro repiten la travesía y algunos pacientes se apuntan con su gotero a la alegría que transmiten. Pero en general el acogimiento es silencioso. 
Yo no dejo de pensar en lo duros que se tornan estos días navideños, de felicidad casi impuesta, para quien está en un momento difícil. 
Respetamos su silencio y recogemos los cables, la satisfacción y cierto cansancio de Celia y Alejandro que se han dejado la piel y los dedos en este recorrido duro y hermoso de hoy. Tanto que repetirán. 

Porque como siempre Música en Vena  impregna y sabe a poco. Y  produce unas tremendas ganas de vivir y de ser generoso y ayudar a los demás a vivir mejor. 
Porque en los hospitales nos encontramos de frente con el dolor,el sufrimiento; pero también con mucho amor y agradecimiento.

Porque , como siempre también, las cosas hermosas son pequeñas. 
 Como este  dulce arbolito muy imaginativo 
 que dejamos atrás al despedirnos de esa sala de duro combate.

Cristales en los pies

La bossa nova abre las puertas cerradas a cal y canto
de esas salas duras que son las de siquiatría de adultos del hospital Gregorio Marañón. 

Es esta una sección muy especial . La más difícil para mí. 
Lo son también las que visitaremos después. Mucho. Siquiatría de adolescentes, que supone una grito contranatura; y la sala de día de oncología, oscura, sin ventanas y llena de gente. 

Ninguna es fácil. 

Pero la primera a mí me parte en dos.Como lo está la misma sala. Partida en dos mundos que, como el agua y el aceite, conviven sin poder mezclarse.
La música las conecta o intenta conectarlas pero ellos, los pacientes,las gotas aisladas en su mundo, se agarran a ese "cabo ardiendo" y navegan unas aguas musicales, diferentes, más cálidas y alegres hoy, que rompen sus triste monotonía, pero que no impiden que sigan  atrapados y no puedan salir de esa jaula que es su propia enfermedad. 

Siquiatría de adolescentes y de niños !¡ son secciones que duelen con esperanza. Allí, las personitas que luchan contra ese monstruo invisible son puzles complicados que tienen todo a su favor para completarse y salir- frágiles pero recompuestos- a construirse más sólidos, más firmes y seguros. El amor de sus padres, la ciencia, los amigos, la vida que los empuja...Lo tienen todo a su favor excepto la falta de experiencia que les llegará. 

En siquiatría de adultos,en gran medida, tienes la sensación de estar  ante puzles que han perdido una o varias fichas irreemplazables
y que, diezmados, ya nunca más volverán a tener una vida "normal". Cargan con un sufrimiento, una soledad, un dolor que solo podrán paliarse pero nunca desaparecerán de su vida. Son vidas rotas. Sin vuelta atrás. Es algo que se palpa. Un dolor que se cuela por las paredes, por sus ojos, por su pecho agitado, por sus reacciones desmedidas e imprevisibles.
Están quebrados, desmadejados. Se puede respirar su desamparo. 

Ahí está todo eso. Tan duro... Y en la otra parte, de las dos que me parten, está un amor infinito que los dirige sin perderlos de vista ni un minuto y los acuna en sonrisas, miradas y abrazos. Seguramente ese mimo, ese amor que en esa sala convierte pequeños gestos en actos de amor descomunal, se puede ver en gran parte del personal sanitario de esa planta. Seguro. Para mí lo encarna una enfermera maravillosa, Lourdes, que los achucha, los anima, los acoge en su regazo con toda la bondad y el afecto posibles. Ayer abrazaba a un joven sonriente, con las mejillas arreboladas, al tiempo que protegía un globo al que él se aferraba con entusiasmo. Un globo que le permitía ese viaje en el que todos estaban embarcados menos él. Pero él podía recuperarlo, en parte, gracias a ese globo que le devolvía las vibraciones de una música que no podía escuchar pero sí sentir a través de él. Y sonreía. Y abrazaba a su enfermera. Y a su globo.
Y ellos, los pacientes entre sí, se buscan, se abrazan, bailan. Y al final del concierto siempre los músicos se llevan besos y agradecimiento desbordante que ellos se lanzan a prodigar. Agradecidos como si fuera el primer y el único regalo que reciben.
Y así, en esa mezcla imposible del dolor inaprensible de ellos, inalcanzable  y el amor a manos  llenas de esa maravillosa mujer, yo hago aguas. Y como si fuera descalza sobre un suelo  de cristales rotos
participo de esa fiesta que para ellos supone algo nuevo y diferente, cálido y universal que es la música. 


Ayer Celia , pequeña pero con una voz grande llena de terciopelo como su mirada; y Alejandro (Fernando para mí, perdona Alejandro) inmenso, con la alegría bailando en su sonrisa, sus bromas y las cuerdas de su guitarra,
nos hicieron viajar con ellos desde Ipanema hasta "Jingle Bells" pasando por los "Peces en el río". 
Algunos pacientes,  deseosos de romper el tedio que suponen sus días de prisión interior y exterior, se lanzaron a bailar como si no hubiera ayer ni mañana. Posiblemente porque para ellos no los hay. 
Otros, ensimismados, abatidos permanecían allí, queriendo estar en ese viaje pero sin salir de su propia estación. 

Virginia, siempre animosa, descubrió que había en la sala dos músicos y uno de ellos le "arrebató" un pequeño sonador que ella le daba al otro. Ambos estuvieron en el único reducto donde se sienten un poco a salvo, donde su vida cobra cierto sentido: en la música. Siendo parte de ella. Reconociéndose en ella. 

Salimos de allí. Se cierra ese cerrojo que los protege de sí mismos y  yo todavía siento los cristales en mis pies. Una especie de presión afloja mis pulmones. 
Cada minuto que pasamos allí siento el temor de que cualquier palabra, cualquier sonido, cualquier movimiento pueda despertar resortes dolorosos en ellos. 
Qué significará para ellos escuchar los peces en el río, qué recuerdos de un mundo perdido les puede levantar, qué mundos que nunca más podrán habitar despertará esa melodía, qué impotencia les puede causar tener tan cerca una alegría que ellos ya ni pueden imaginar.O qué felicidad. Qué viaje a la felicidad puede representar todo eso para ellos.

Pero la sonrisa de Lourdes,su agradecimiento, sus palabras y la sonrisa de su mirada siempre emocionadas diciendo "no sabéis lo que esto significa para ellos. Ellos están tan solos aquí, tan sin nada, que esto es un chute de vida que no podéis imaginar"me ayudan a sacudir  las esquirlas de mis pies y la presión sobre mi corazón descansa. Y entonces sé que en medio todo el sinsentido que palpita en esa sala,la música de Celia y Alejandro que MeV ha llevado hasta allí, ha zurcido levemente algunos de esos puzles rotos. 

domingo, 20 de diciembre de 2015

Carambolas

Salgo de un concierto único. Delicado, sensible, hermosísimo... Camino por las calles iluminadas de Madrid preguntándome si es justo mi disfrute infantil con la decoración navideña mientras algunas familias no pueden encender la calefacción estas navidades... También me pregunto si esa es la pregunta adecuada.

Salgo renovada después de una semana larga e intensísima. Tal ha sido el bálsamo al escuchar a nuestra Raquel Andueza

acompañada de Jesús a la tiorba y un arpista maravilloso, en un repertorio suave y potente como el mismo amor, tema que ilustran.

Salgo aliviada, sitiendo mi cuerpo sacudido estos dos últimos días como en una partida de billar. Carambolas que impactaban contra la bola central de mi corazón. Han sido muchas y variadas.

Camino disfrutando del simple hecho de poder hacerlo en esa ciudad encendida, y retiembla en mí el recuerdo de ese "zapateao"
portentoso que me dejó clavada en mi butaca del salón de actos del Hospital Doce de Octubre el jueves.

Haciéndome sentir que hay algunas músicas que sólo se pueden entender " en vena", como el flamenco.
Y esa carambola sutil y portentosa al mismo tiempo, es solo una de una sucesión que retumbaron ese escenario sin piedad.
Un escenario lleno de pacientes (más que nunca, me pareció), familiares, personal sanitario (que trabajaron como jabatos acomodando y atendiendo a los pacientes impedidos). 


Carambola tras carambola. Bolas que se cruzan y nos impactan. La voz desgarrada que no te suelta de Rafita de Madrid, acompañado por una flauta
que cose sus quejíos como para que no se sientan solos. Y las guitarras
y el cajón que se persiguen y acompasan en un lenguaje único que es imposible compartir del todo si no lo has "mamao". 

No importa entenderlo o no. Sobre ese escenario se da lugar una comunión única que rapta a los interpretes y los lleva a otra dimensión.
Como en trance, solo ellos saben que están bebiendo de unas mismas raíces a las que dan sentido y que los alimentan.
El flamenco lo abarca todo y te zarandea. Desde la explosión de fiesta y ganas de vivir, al dolor más profundo.

Los pies hablan. Parece imposible que unos pies puedan moverse así. Poseer un cuerpo, hacerlo suyo y seducirnos a todos con su tableteo casi imposible (ella).






 Desgarrado, excesivo, desbordante, (él).
Hablar con los pies, cantar con los pies, transmitir algo muy hondo con los pies. Cante h(j)ondo, lo llaman.

Varios pacientes salieron antes de que terminara el espectáculo. No sabemos por qué. Tal vez se encontraban cansados, necesitaban reponer o administrar algún tratamiento...No sé. 
Pensaba yo que tal vez para algunos, podría ser insoportable asimilar esa avalancha de esencia que te hace sentir tu cuerpo como una caja de resonancia de cristal a punto de estallar como esas copas de vidrio que se quiebran golpeadas por una simple nota. 
Porque esa sucesión de carambolas nos sacudía en nuestros asientos. Impelidos al movimiento. 
Carambolas directas al corazón, sin bandas.

Descubro la ternura de las luces de algunas calles
gracias al calambre que me produce el recuerdo de otras carambolas mucho más fuertes. 

La ternura más grande del mundo y también el dolor. En medio de esas calles engalanadas que invitan a la alegría, me golpea la carambola más severa en el recuerdo de un bebé, solo, en su cuna, atado a varios monitores, casi desnudito- para poder atenderle mejor en caso de necesidad- abierto en una cicatriz más grande que su minúsculo pecho. Una cicatriz incomprensible en ese cuerpecito que luchaba en cada latido por darle sentido, por hacer posible lo imposible. Solo. Él y su cicatriz. Y de repente no recuerdo dónde estoy-  en ese mismo hospital en la UCI pediatríca, al día siguiente, viernes- , ni qué hago allí. Sólo existe esa cicatriz y su sinsentido que el bebé llena de fuerza y necesidad en cada registro de monitor.
  
Al fondo escucho la voz de Sandra y la guitarra de Melón,
 cantándole a Suqui que tiene su cuerpecito de unos cinco años cosido a vendas y a una sonrisa radiante. Tanto que ilumina toda la sala. La sonrisa de Suqui al escuchar la maravilla que Sandra y Melón le están regalando mirándola a los ojos, no se deja empañar por las lágrimas de su madre que son de pura alegría: Suqui sale de la UCI y se va a planta. Lo peor ha pasado. Y la sonrisa de esa niña es tan grande que en ella cabe todo el equipo que la ha cuidado que se despide de ella, llenándola de besos. Alegres de que ella deje esa arena tan difícil para pasar a otros combates menos serios que son los que siguen peleando todos los niños que se quedan allí. Y a los que  Sandra y Melón han logrado acercarles todo lo que les espera fuera y es tan hermoso. Y también, les han cantado que, por eso, deben seguir dando la batalla. 

No debe de haber profesión más hermosa y difícil que la de estos médicos, enfermeros, y auxiliares. Un trabajo que da sentido a la vida y al mundo. 
Y sin embargo, como me hace apreciar Inma, no hay medicina ni asistencia que pueda calmar más rápidamente que la mano de una madre.
La mano que coge la de su hijito inquieto y lloroso tras una operación y logra  lo que distintas enfermeras no han conseguido. 



La mano de una madre. Y la música. Que llega y ,sin más, logra acallar, por un ratito, el llanto desconsolado de un bebé prematuro al tiempo que el ¨pentagrama" del monitor nos dice que su corazón se apacigua gracias a la música. 

Porque esa carambola en forma de cicatriz llega después de pasar por Neonatología. La carambola en esas salas es siempre la misma, como si fuera siempre la primera vez. Te quedas inerme e inerte  al ver a esos bebés minúsculos peleando a abrazo partido de sus padres, de los médicos y enfermeras...toda la ciencia cambiando el rumbo de un mal destino. Y todo el amor de sus padres sujetando el timón llenos de congoja. Por eso se rompen cuando llega la música y todas las emociones desatan la tormenta de su interior y ya no distinguimos el miedo de la esperanza, la tristeza de la alegría en sus lágrimas agradecidas.

Pero hay bebés que no cuentan con el amor de sus padres y ahí está el personal del hospital para que ellos, todavía, no lo sepan. 
                   Como David Javier, tan enfermo y solo.
                   El mundo del revés. La vida en carne viva.


Muchas carambolas para menos de veinticuatro horas...
 Y llegarán más. Las personales. Las que cada día te zarandean, también dolorosamente. Y estás, las tuyas, se hacen más livianas o tú, justamente, más fuerte para hacerles frente. 

Todo eso consigue MeV. El "taco" que propulsa las carambolas que zarandean nuestros corazones y los hace más grande, más hermosos y más vivos.




Esta entrada está dedicada a todo el personal sanitario que nos ayuda y nos acoge agradecidos y emocionados. Su labor es única y siempre reciben a MeV con toda ilusión y agradecimiento.

Este texto ha sido intenso y duro. Quizá por mi propio momento emocional. Y no sé si he podido transmitir lo que quería. Porque todas esas carambolas que retumbaban dentro de mí durante ese hermoso paseo, tenían el sentimiento y el recuerdo puesto en las personas que en ese momento en el que yo paseaba tranquilamente, estaban en el hospital. Aquellas personas que disfrutan de la maravilla que MeV lleva a los hospitales pero que cuando termina, vuelven a su soledad, a su limitación, a la prisión que supone la enfermedad y que te priva de lo más simple y maravilloso: la vida normal. En ellos pensaba y por ellos tanta emoción y tanta tristeza.





martes, 15 de diciembre de 2015

¡ A toda máquina!

Brutal, apasionante, emocionante...

Quién no ha estado en un hospital. Quién no ha sentido la indefensión, el miedo a que tu vida cambie para siempre al pasar por esas salas. Quién no ha sentido el pavor en el estómago al enfrentarse a la incertidumbre de un futuro que no está en tus manos, que no se sabe qué pronóstico tendrá. Quién no ha entrado alguna vez en esa boca que es la puerta de una hospital con el corazón encogido, poniendo todo el temor y la vulnerabilidad en manos de esos dioses en los que se convierten los médicos y esos ángeles que permiten encontrar un poco de paz y consuelo que son las enfermeras, los auxiliares, el personal de limpieza.

Quién no sabe de lo que hablo cuando hablo del mundo al revés, de la vida patas arriba, del vuelco del corazón y de la cotidianeidad por una enfermedad. Propia o de un ser querido.
Quién no conoce el gris que empapa esas experiencias, la luz metálica que te roba el calor del día a día, de tu vida diaria que se convierte en un tesoro arrebatado hasta no sabes cuándo.
El tedio de esas horas, el olor, el calor, el peso del tiempo en el hospital. Quién.

Quien no lo haya vivido puede imaginarlo. Seguro.

Pues ahora imaginad esas salas de angustia, de incertidumbre, de desesperanza y miedo arrasadas por una tromba de swing,
que fluye por salas de espera, por salas de oncología, de traumatología, de diálisis, por pasillos, por plantas... Una tromba de ritmo y de alegría imparable que ha arramblado con pacientes y personal del hospital, llenando esas paredes de baile, de alegría, de ganas de luchar y de vivir... 
Enfermeras bailando, pacientes  haciendo bailar sus sillas de ruedas, personas mayores en su primer día de sesión oncológica levantándose a bailar y a dar las gracias...
IMPARABLE la máquina del swing e insuficiente porque en cada sala les pedían más. como si no quisieran dejar de desterrar todas esas sombras subidos a la máquina musical que hoy les ha sacado de esa grisura para transformar un día de hospital en una fiesta. Sientiéndose acompañados, esperanzados y alegres.


 Música en vena transfigurando, como tantas veces, lo terrible y solitario en un acto colectivo cargado de fuerza y de júbilo.


Brutal, apasionante, emocionante... a Virginia se le terminan los adjetivos para expresar lo que se ha vivido hoy en el Hospital Clínico San Carlos de mano de Swing Machine.
Porque todos sabemos que las palabras se quedan pequeñas ante lo que sucede cada día que MeV aparece en los hospitales. Pero hoy esa máquina imparable ha anegado ese hospital durante 4 horas y ha llegado a muchos rincones de ese gran edificio y , hoy, muchas personas abrumadas por su enfermedad han salido empapadas de alivio y bienestar. 

Y ya solo por eso, por un día como hoy, vale la pena el esfuerzo y el trabajo que supone hacer posible Música en Vena. Y no entendemos que no se vea, que no se comprenda que Música en Vena, gracias a estos músicos tan generosos y talentosos, es imprescindible y  mucho  más que música .

lunes, 14 de diciembre de 2015

¿Me he despedido ya?

Los afectos se cultivan. No hay otro modo de darles vida. Se siembran y luego hay que regarlos mucho. No se me ocurre otra manera de hacerlo que compartir experiencias y sobre todo emociones. El cariño se afianza sin darte cuenta. Enraíza y es difícil sacarlo de ahí. 
Los afectos que no se riegan, palidecen. Siguen ahí, pero marchitos. Están pero no ocupan, no estremecen. No sé si llegan a morir.
Hay que inundarlos de vivencias, empaparlos de alegrías, esfuerzos, tristezas, anhelos, entusiasmos.. sombras y luces compartidos. Escanciarlos generosamente de todo lo que llevas dentro. Casi sin darte cuenta

Eso es Música en Vena para mí.  Y la cosecha es extraordinaria. Aquí está la de este año:








Estas son mis amigas invisibles

y estos los regalos que ayer me traje de esta fiesta divertida y llena de color y alegría.


Pero el mejor regalo es ser parte de este proyecto maravilloso que da mucho más de lo que pide. Como los buenos afectos. Los únicos importantes.
A mí MeV me da muchas cosas. Y lo que no sabéis es el amor que recibo a través de todo con el que vosotros envolvéis a mis escritos. Vosotros no lo sabéis pero las palabras es lo único que tengo a veces y a ellas me aferro, y me salva. Y vosotros con ese cariño que ponéis hablándome de ellas,las fortalecéis y les dais más sentido. Me sostenéis y  me hacéis inmesamente feliz. No podéis imaginar cuánto.
Gracias, de corazón.

El título de esta entrada es un guiño y una forma de pedirle al 2016 que no permita que me despida nunca de esta otra "familia".

jueves, 10 de diciembre de 2015

Maizena

"Ahora que los ángeles duermen..." entramos en Diálisis y, por eso,porque muchos de ellos están adormilados, pasamos un poco de puntillas.Es extenuante su mañana y la enmarca cierta apatía. 
Hasta que suena la guitarra de María y su poesía. La dulce flauta de Marta la persigue en regatos paralelos hasta que confluyen
y encajan como dos amantes que sin apresurarse se acoplan y fluyen. Y en su fluir se abandonan los pacientes y despiertan y con ellos su sonrisa, su satisfacción.

En Oncología, el bulle bulle del trabajo de esa sala se puede palpar. Mucha gente que atender. Muchos pacientes. Estos sí, mucho más despiertos. Las venas que reciben la música de María y Marta los mantienen alerta. Penetra con dolor el líquido que las cura. 

Y María se lo dice, claro y bonito: "Va por ti pero sobre todo de mí" . La escucho; los veo, resistiendo, "pacientes" y no me dejo engañar por ninguna ingenuidad: cualquiera puede, mañana, estar en esos sillones, atados a esa fatalidad que llega sin avisar. 
" Va por ti pero , sobre todo, va por todos nosotros" . Jóvenes con gesto de dolor, señoras encantadas con la música " tan cerquita de los músicos", hombres adustos con ojos acuosos, señoras que parecen dormir, que parecen querer mantenerse lejos de allí, de esa mala hora y que al terminar la canción, los abren, y aplauden como si hubieran llegado a un hermoso puerto. "Va por ti, pero va todos nosotros".

 "Porque si lloramos a compás, no estamos tan solos". Y eso hacemos: llorar a compás.Por dentro. Sonriendo, golpeando la guitarra y acompañándola con el cuerpo y la pasión, María. Acariciando las teclas de la flauta en un danza de dedos casi imposible que convierte el soplo de Marta, en aliento y alma.

Y ambas entretejen su música y entregan un tapiz de sentimiento bajo el que arroparnos y sentir el calor del otro. 

Como el hilo de esa costurera que "cose vida" y la mantiene firme "con hilo fino, que el amor va escaseando".  

Y al igual que esa costurera cose vida y la crea, hay palabras que te devuelven al paraíso nada más escucharlas. Y allí estamos, o yo nos veo, en el regazo de nuestra madre que huele y sabe a Maizena. Una palabra,y la vida se da la vuelta, se pone de revés y el corazón se encrespa porque ya no le cabe más dulzura ni nostalgia en ese universo recuperado: Maizena. 



Hoy la sal y el hechizo de Málaga, rociados por la campanilla de una hermosa flauta, han llegado a esas salas, llenándolas de fuerza y energía. Bramándole a  la enfermedad, por cada una de las personas que estaban allí  luchando en silencio: "que no se te ocurra pararme".

"Y mientras baila el aire con las cortinas" "yo creo en los milagros y en el pellizco". Y el pellizco hoy ha sido ver a  María y a Marta,  cosiendo sonrisas y emociones en el rostro y el ánimo cuarteado de los pacientes. 


No se os ocurra pararos, María, Marta. Gracias.


miércoles, 9 de diciembre de 2015

El bumerán

17:30. Estoy nerviosa. Hace más de una hora que mi madre ha desaparecido para hacerse una doble prueba digestiva con sedación y me visita la sombra de que algo pudiera ir mal. Algún imponderable.
Estoy más nerviosa porque en la sala donde estoy no hay cobertura y no se escucha RNE. Me muevo un poco hacía el exterior y algo capto. Según mi postura.

18: los pitos horarios. Mi madre sale tan pichi por la puerta como si nada. Todo ha salido bien. No hemos comido y vamos a solucionar eso. Yo con el pinganillo intentando escuchar la entrevista que el programa "Esto me suena" le va a hacer a Música en Vena desde la Fundación Jiménez Díaz.  

Logro sentarme en una esquina de la cafetería con mi madre hablándome, comiendo un bocata y me atraganto: escucho a Sandra nítida, como si estuviera a mi lado y al lado de mi escalofrío. 
La entrevista está en curso y logro ir robando retazos entre bocado y bocado y frase y frase de mi madre. Ahora escucho a una paciente. Ahora a Inma. ¡¡¡Ángel también!!! Y el periodista tocado por la gracia de MeV se ha dado cuenta de lo que sucede en esas salas.
Lo ha vivido, lo ha sentido, a pesar de estar trabajando y concentrado en lo que tenía que hacer. 






Vuelvo feliz a mi casa. Por muchos motivos. Ahora voy a escuchar el reportaje desde el principio, con tranquilidad.

Lo escucho y siento la emoción que siento en cada concierto.
 Hoy he sentido algo que nunca se me había presentado tan claro.Desde mi casa he podido sentirlo. Creo que la magia que se crea en MeV, en los hospitales,
es que parece que los artistas te cantan a ti, especialmente a cada uno de los que están allí. Los pacientes dejan de ser un número, un expediente, para recuperar todo lo bueno que los habita. Como una saeta certera, se clava en una esencia que está adormecida. Y en un hospital esta vibración se expande como un bumerán que va y regresa. Regresa siempre.

La tercera vez que escucho el audio. Y aquí está. Regresando. Los vellos de punta al escuchar la voz clara de Sandra con esa guitarra al fondo. 

El bumerán que vuelve y nos sacude y "se crea una atmósfera de afectividad, de emociones.." Y todo es posible. Hasta la quimioterapia disfrazada de alegría.




MEV EN EL PROGRAMA "ESTO ME SUENA"DEL 9 DE DICIEMBRE DE 2015, a las 18 horas (minuto 3)