sábado, 28 de febrero de 2015

Agrietar el muro

Muchas veces esperando en el andén te gustaría subirte a ese tren que no es el tuyo, solo por descubrir nuevos mundos, nuevas sensaciones. Pero no puedes. No es el tuyo. Lo ves alejarse con una sonrisa de melancolía y cierta impotencia. Aunque con la ilusión de , algún día, atreverte a subir a otros traqueteos que ahora te parecen imposibles.

Ayer, las miradas tristes de unas niñas apagadas nos despedían así. Tristes, pero bajo los dinteles de las puertas de su habitación, para saborear una despedida que, solo instalada en la esperanza, quieres alargar.


Ayer, Charly, Pablo y Raúl llevaron toda su entrega y su pasión a una sala en la que algunas niñas llegaron a regañadientes y en la que todas se encontraban sin muchos ánimos ni ganas de mucho.


Ellos con sus canciones las hicieron tararear y salir, por unos instantes, de esa nebulosa que es, en estos momentos, su vida.


Ellos, que no son profesionales, que simplemente aman la música y se relacionan y expresan a través de ella, fueron valientes y generosos improvisando las canciones que ellas les pedían y que no habían preparado, esforzándose mucho por que los errores no afectaran al disfrute.


Estaban todos unidos por ese hilo mágico de la música.

Se sabían todas las canciones y compartieron un lugar común en el que no había diferencias. 

Compartir, emocionarse, sentirse en comunión...no creo que haya otra expresión de la vida más hermosa y más auténtica. Y esa fuerza puede ayudar a descubrir otras que están, ahora, muy silenciadas. Aunque no sea en ese mismo instante.



Y esa tristeza, que actuaba como un muro difícil de derribar,

puede enseñarnos que todos somos parte de lo mismo, que todos podemos visitar ambas partes del muro y que necesitamos que otros nos echen una mano para poder escalarlo.



Charly, Pablo y Raúl extendieron las suyas para que sus amigas de esa tarde se aferraran a ellas y montadas en su voces escaparan de allí y le cantaran a su voluntad que no están solas tras ese muro.

Ellos, conmovidos, quieren repetir para cantar más fuerte e intentar ayudar a derribar esos muros. O al menos a agrietarlos.


viernes, 20 de febrero de 2015

En volandas

El amplio corredor se tiñe de sedas coloridas. La tenue luz se viste de calor. Suena la música. Una música profunda, ancestral, de culturas lejanas,que acolcha el ruido de nuestras preocupaciones y nuestras prisas y lo transforma en serenidad, en ganas de entregarte a ella y descansar. 
El hospital se ha transformado en un útero que nos mece y aligera.

Lalita avanza hasta nosotros, enlazas sus manos con pétalos rojos que libera como un suspiro de su corazón. Sus manos ahora vuelan como aves enamoradas y se funden con la música para romper en un torbellino de ropajes en cuyas olas nos subimos y volamos. Volamos  en los hipnóticos giros de Lalita que, como una peonza, se abandona a la inercia de ese revoloteo sanador. Vueltas infinitas que centran, que enraizan.


Ahora son otras magas con sus ropajes encendidos las que salpican de dulces tintineos el suave movimiento de sus cuerpos.


Color, serenidad y gotas centelleantes en una danza
que se nos inocula sin saber cómo y nos impide dejar de mirarlas, de seguirlas con el anhelo de nuestro corazón.







Salgo en mitad de esta ceremonia preguntándome si el mismo encantamiento será el que veo en los ojos fijos de esos niños que, tal vez, por unos momentos han olvidado por qué están ahí. Si habrán intuido  que podrán salir pronto a  bailar su propia música que será parte de esta que hoy - sembrando su imaginación- les ha devuelto, por un ratito, sus quebradas alas.

Gracias, chicas



jueves, 12 de febrero de 2015

La mano de Ana y...

En algún lugar leí que cada uno muere como ha vivido. Supongo que es así aunque creo que nadie puede saber cómo se sentirá en ese momento, ni cómo lo afrontará. 


Lo único que sabemos es que ese momento llegará para todos. Es una ruptura muy dura, tanto que a mí se me hace inaprehensible. Cuando lo pienso, algo en mi interior hace "click" y se me desbarata el razonamiento. No lo puedo asumir. 
Llevo tiempo preguntándome por él, intentando aceptarlo, incorporarlo a la vida como lo que es: una parte ineludible de vivir. 

Voy pensando que el sentido de la muerte de los seres queridos es, en parte, entender que irte tú también no es tan horrible. La idea de emprender un viaje que otros ya han iniciado
y en el que, de algún modo, te acompañarán. Aunque sólo sea emocionalmente dentro de tu corazón.

Lo cierto es que es un trayecto duro siempre. Para el que se va y para los que se quedan. Un tránsito en el que nadie nos puede acompañar, que hemos de realizar solos. 
Por eso, sería fantástico poder sentir que en los últimos momentos antes de iniciarlo te llenas de serenidad, de paz, de sentimiento. Marchas sola pero sintiéndote rodeada de amor, de calor y de la maravilla de saberte viva hasta el último momento; y ocupando el dolor, el miedo y la tristeza de irte con emociones y calma.

Parece algo difícil y demasiado idílico en un trance tan espinoso y delicado. Dependerá de la persona y de sus necesidades, de su carácter y de sus vivencias. Aunque al final, todos somos muy parecidos en nuestro universo afectivo.

Estaremos todos de acuerdo en que sería maravilloso. Coincidiremos todos en que nos encantaría asegurarnos de que ese final fuera así para nuestros seres queridos y para nosotros mismos. Pero, al mismo tiempo,  nos parece imposible en un momento tan duro y no vemos cómo podría hacerse, cómo podría conseguirse. O al menos cómo podríamos  acercarnos a semejante proeza.

Pero a veces, lo complejo se resuelve de forma simple. Y se pueden hacer proezas con una guitarra. Y lo hermoso de la vida puede invadir una sala donde la muerte está acampando con vocación de instalarse para siempre. Una voz, una guitarra, y se impone una tregua en ese cuerpo que , ya casi rendido, se entrega a la despedida.
Y en una sonrisa "Aprovecha cada minuto que dura la música y le llega hasta el ultimo de los rincones de su cuerpo" . Y el prodigio se hace música y la batalla la gana la emoción y la vida en la sonrisa de Ana. Y quien la acompaña en esa partida puede asegurar sin temor a exagerar"que este ha sido uno de los mejores momentos de su vida, y os aseguro que han sido muchos" y sabe que no se equivoca porque en su mano todavía siente la fuerza, la emoción, el temblor de su amiga,
que pudo despedirse de la vida con la certeza de que ese viaje definitivo se puede llenar de luz y armonía. 

La muerte ,despiadada siempre, se ve vencida durante unos instantes por unos acordes y una voz. La  muerte se llena de vida, de lo maravilloso de la vida y ya no nos resulta tan insoportable. 

La valentía de una mujer y la generosidad de unos músicos y de las personas que hacen posible "Música en Vena"  derrotan a la gran victoriosa. O al menos la transforman en un dolor transitable.


In memoriam 

Homenaje de Virginia Castelló a Ana, que se fue el día 9 de febrero, en Valencia, animando a Virginia a seguir con Música en Vena para poder regalar más "buena vida" a mucha más gente en medio de su lucha. 

Viví con Virginia, en directo, la noticia de su empeoramiento y cómo ella se movilizó para acompañarla en la distancia. Conmocionadas, las dos, nos quedamos suspendidas de una tristeza que Virginia ha querido compartir conmigo hasta el final. Por eso este texto. Por la conmoción y por mi agradecimiento. Como siempre.

miércoles, 4 de febrero de 2015

DOS MUJERES EXCEPCIONALES

Persigo a Pepa desde que empezó su programa "No es un día cualquiera" en RNE. Coincido con ella en todo excepto en que ella prefiere lo salado y yo lo dulce. En todo lo demás, es como si me viera por dentro. Son 17 años sorprendiéndome cada fin de semana con algún guiño o alguna sorpresa. Sus entrevistas son únicas. Son las entrevistas que a mí me gustaría saber hacer. Admiro a Pepa y no he podido evitar decírselo, atreverme a molestarla desde el principio con mis emails contándole mis emociones y reflexiones al hilo de las suyas. Son muchos años de comunicación epistolar y en las ondas. Es inevitable que yo sienta un vínculo muy especial con ella. Tan lejos pero tan cerca. Como a una hermana (que no tengo) o a una buena amiga le he contado mis impresiones, mis dudas, mis inquietudes... Necesito contrastarlas con ella y no me corto: la invado de vez en cuando abusando de ese vínculo que de manera generosa me ha permitido disfrutar.
Por supuesto cuando algo me entusiasma lo comparto con ella. También cuando algo me cala hondo y me habita. Ella siempre me responde. Y siempre me sorprende. No me atrevo a decir lo que siento porque suena exagerado y sensiblero, pero Pepa es alguien muy importante para mí. Es una parte vital de mi paisaje emocional.


Hace ya tiempo descubrí un tesoro, un manantial de energía y fuerza que quiere transformar el dolor, el miedo y la desazón de los hospitales en luz y esperanza. Música en Vena. Y lo consigue. Me entusiasma y me habita por lo mucho que me enseña, por lo que crea, por lo que produce en las emociones, por lo que hace cada día. Virginia me abrió las puertas de este prodigio con todo su calor y su entusiasmo y me ha hecho muy feliz dejándome ser parte de él.



Necesitaba compartir con Pepa esta nueva ilusión y así lo hice, sabiendo que a ella también le gustaría.

Nunca me imaginé que iba a llamar a Virginia para hacerle una entrevista y nunca me hubiera atrevido a soñar que me mencionara en ese encuentro, mucho menos que me hiciera participar en él.

Pepa y Virginia, dando alas a MeV. El estómago me hacía hipar de la emoción. No me lo podía creer.

El domingo, 1 de febrero, tuvo lugar ese encuentro. Con la dulzura de Virginia presentando su proyecto y las preguntas generosas y certeras de Pepa dándole el lugar que se merece y destacando sus aspectos más interesantes. Tratándolo con el mismo cariño que nosotras le tenemos. 





Música en Vena en el programa de Pepa, "en mi programa". 

Virginia y Pepa dos de las mujeres que más admiro por cómo son y por lo que hacen y me regalan. 

El abrazo de Pepa que tanto tiempo estaba necesitando darle. 

El equipazo de ese programa que es indescriptiblemente cercano y cariñoso.


Hacía tiempo que no me sentía tan feliz y tan afortunada.





 No hay manera de darles las gracias por tanto a ambas.

Entrevista de Pepa a Virginia  a partir del minuto 16