lunes, 21 de diciembre de 2015

Toros enamorados, cascabeles... Cristales rotos II

Seguimos abriendo cerrojos. Esta vez los de Siquiatría de adolescentes. Nos recibe un árbol plantado de regalos y un chaval de unos 15 años que entra a la sala anticipadamente, dando saltos. Como quien va dando un paseo alegre y feliz por un bosque.

Chavales jóvenes varados allí...

Y de nuevo volamos a Ipanema y Celia y Alejandro proponen más villancicos. Casi todos se animan a ese viaje de música y alegría. 

Sólo una chica se mantiene en silencio, seria. Aplaude pero no participa. Su silencio es como un grito
en medio del bullicio y de las ganas de disfrutar de todos los demás. Un grito mudo y estrepitoso.


A su izquierda, una preciosa chiquilla rubita, canta cada canción encandilada. Con los ojos cerrados se zambulle en la música y la amasa y la hace suya; aderezando las melodías,  suavemente,  con diferentes tonos. La animamos a cantar, pero Loreto, tímida no quiere.

Virginia o Celia les animan a proponer alguna canción. Loreto nos sorprende. Le pide a Alejandro "El toro enamorado de la luna". 
   Todos conocemos el estribillo. Nadie la letra. 
Loreto se lanza y  con una voz delicada y perfecta que llega donde ninguno podemos, nos la canta con los ojos cerrados y llena de emoción. 
Nos sorprende que alguien tan joven conozca esa copla. Azu llega a la conclusión de que la conoce porque actualmente alguien la ha versionado. Loreto nos explica que no, que la conoce y es especial para ella porque se la cantaba su padre que es también un poco músico.
Lleva mes y medio en el hospital por un trastorno alimenticio.Y la canción que necesitaba oir era esa que venía cosida al recuerdo de su padre, de ella con su padre, Pura Música en Vena.

Con mucha prudencia, como siempre pero mucho más en esas salas de cristales rotos, pregunto a una enfermera si Loreto canta. Y sí, Loreto canta y hace muchas cosas más. Es alguien muy especial, con una sensibilidad muy especial también. Por eso, quizá, la vida se la ha llevado por delante. Pero solo por un ratito, ¿verdad, Loreto? ¿Verdad que sabrás sacar de ti toda esa fuerza que aprisionas con tus ojos cerrados para arramblar con la sombra que te impide ser feliz?

MeV llega hasta esas salas con la ilusión de ser ese aldabonazo que les recuerde las cosas hermosas por las que merece la pena intentar sacar fuerzas de donde no hay. Es como el cascabel
que les recuerde que no lo sabemos pero que, a veces, sólo necesitamos un empujón para abandonar las tierras movedizas en las que se convierte el mismo hecho de respirar.Que hay que dejarse llevar. Dejarse empujar. Dejarse ayudar. 

Quien sabe si esa otra chica que no cantaba ni casi miraba no sintió ese calambre muy dentro de ella y en algún momento le ayude a encender la chispa que queme toda esa negrura y esa soledad que estaban sentadas con ella en esa silla.

Esa es la esperanza que MeV esparce en esas salas. Ayer de la mano cálida y optimista de Celia y Alejandro.



Nos quedaba el final; la unidad de día de Oncología.
 Inma se queja de su oscuridad y tiene razón. No hay ventanas. Es como un búnker donde cuesta más olvidar donde estás. 
Intentamos llevar la luz y el calor que le falta con la música. 

Celia y Alejandro repiten la travesía y algunos pacientes se apuntan con su gotero a la alegría que transmiten. Pero en general el acogimiento es silencioso. 
Yo no dejo de pensar en lo duros que se tornan estos días navideños, de felicidad casi impuesta, para quien está en un momento difícil. 
Respetamos su silencio y recogemos los cables, la satisfacción y cierto cansancio de Celia y Alejandro que se han dejado la piel y los dedos en este recorrido duro y hermoso de hoy. Tanto que repetirán. 

Porque como siempre Música en Vena  impregna y sabe a poco. Y  produce unas tremendas ganas de vivir y de ser generoso y ayudar a los demás a vivir mejor. 
Porque en los hospitales nos encontramos de frente con el dolor,el sufrimiento; pero también con mucho amor y agradecimiento.

Porque , como siempre también, las cosas hermosas son pequeñas. 
 Como este  dulce arbolito muy imaginativo 
 que dejamos atrás al despedirnos de esa sala de duro combate.

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