sábado, 28 de marzo de 2015

La boca de la verdad

No está en Roma aunque muchos hayamos jugado a ponerla a prueba introduciendo la mano en su cavidad. 
La boca de la verdad nos engulló ayer en el hospital "Niño Jesús" , en las salas Santiago y Santa  Margarita. Como Pinochos aturdidos en el protector vientre de una ballena generosa.

 Las salas estaban más llenas que otros días de personitas en pijama que acudían al encuentro de Chrisstina y Gabriel
con disciplina más que con ánimo. Porque éste, el ánimo, se ha quedado algo regazado en una competición en la que la confusión y el dolor van por delante, asolándolo todo.


Suena aterciopelada la linda guitarra de Gabriel y arrancan los diecisiete años de Christina en una voz potente, prodigiosa, con una fuerza, un sentimiento y un dominio que nos deja a todos clavados en el sitio. Escalofríos de emoción nos recorren a todos, infatigables. Nos miramos incrédulos.


Las caritas de esas personitas en pijama se transforman. Ya no están allí, están en otro lugar donde todo lo bueno, lo que no recordaban que está dentro de ellos, surge y confabula para firmar, durante una hora, un maravilloso armisticio.



Sus bocas abiertas son la boca de la verdad. 


La verdad de sus ojos empañados, asombrados de que esas voces, esa música pueda llenarlos de tanto bueno y convertir ese instante en un cobijo donde solo caben la emoción y  la belleza. 

La verdad de sus sonrisas involuntarias al recibir esa tromba de energía, de belleza hecha música. 

La verdad de sus gestos que se buscan unos a otros para compartir algo tan hermoso, tan grande, que no acaban de comprender: se miran y se enseñan sus brazos extendidos, con los vellos de punta, erizados inexplicablemente por ese canto que los pone en contacto con lo esencial. 

La verdad de sus aplausos espontáneos que aplazan hasta escuchar la última nota, temerosos de romper ese abrigo en el que se ha convertido el hospital.


Algunos llegaron con ojeras  y rostros desencajados por el sufrimiento. La música los alejó de esa zozobra y obró la metamorfosis del sosiego de su alma en  la serenidad y la alegría de sus rostros. 
No había ninguna duda. Hablaba la boca de la verdad: boquiabiertos expresaban su asombro al sentir a su afligido cautiverio debilitado por la luz, la energía, el temblor, de la emoción.


Otros, revolucionados, con ganas de ruido y movimiento, nos acogieron expansivos, algo descontrolados (celebrando, las chicas, la presencia del guapo de Gabriel).
 Se subieron,sin convicción, al tobogán de matices de la voz de Chrisstina y mecidos por ese torrente aterciopelado se abandonaron, sorprendidos, a un  viaje por un territorio común esplendoroso y único que no imaginaban minutos antes.


 Sus bocas abiertas nos hablaban, otra vez, de la verdad. 
La verdad de la vida. 
La verdad de lo único importante: somos lo que somos por lo que sentimos. 
La verdad de la belleza: somos hermosos, atractivos, cuando nos llenamos de emoción, de sentimientos bellos. 
La verdad de su mentira: sólo estaremos completos cuando nos llenemos de la fuerza de sentir. Sentir con los demás. Sentir la maravilla de sentir.

La boca de la verdad en sus bocas abiertas. Durante una hora. Sin pestañear. 
Boquiabiertos ante algo tan simple como dos voces y una guitarra. Boquiabiertos, conmovidos, por lo que la pasión y la música pueden revelar. 
Boquiabiertos al comprobar que ellos son todo eso que ahora están recordando. 
Porque "recordar" es pasar por el corazón. Y Chrisstina y Gabriel, con su música, se lo traspasaron ayer. Y, así, les recordaron -y nos recordaron- que son todo eso que ayer los estremeció hasta hacerles sacudirse, un poco, ese pesado plomo que ahora mina sus vidas.



Gracias





viernes, 27 de marzo de 2015

Un viernes en vena

Ayer, como todos los días que tengo el privilegio de ser testigo de lo que pasa cuando Música en Vena desembarca en un hospital, viví algo especial.
Cada día es como el primero. Cada día me digo que es insuperable, irrepetible y cada día la experiencia es nueva y diferente, con matices en sus efectos, en las emociones y en lo que crea y produce en los enfermos y en los demás que allí estamos.

Ayer fue viajar en una ola. Sentir la música inundando nuestros corazones y sacando de nosotros lo mejor y más hermoso. Ver a los niños nadando en ese torbellino de la voz de Chrisstina y subiéndose a la espuma de las buenas emociones en un viaje hacia dentro, zambulléndose en su corazón y descubriendo en él todo lo que parece imposible en un hospital y que es lo mejor de la vida.
Nunca había vivido nada igual , de esa intensidad en esas salas que ya conozco.

Después, conmocionadas, contentas y renovadas comentamos cómo lo hemos vivido, nuestras sensaciones, nuestras emociones, lo que hemos visto en los pacientes, lo que nos han dicho o hemos percibido. 
Mis compañeras me hablaban de la mañana de este mismo día. Donde pudieron disfrutar de otros asombros, esta vez deslizándose  por la sensibilidad de unos los dedos en unas flautas, 


La dulzura de su música colándose en un siquiátrico donde ese calor hace más falta y donde, gracias a ellas, a Alessandra y Saray, una señora que apenas ha podido abandonar su cama en todos los días que lleva allí, sonrío por primera vez. Una de las enfermeras no pudo dejar de expresar su admiración: "sólo por haber logrado esto, merece la pena vuestra labor".


Mozart y Teleman dialogando y diciéndose, entre ellos, que  no eran suficiente para levantar el ánimo de esos jóvenes de la planta de siquiatría para adolescentes. Sí para acompañarlos, pero no para levantarles el día e insuflarles nuevos bríos.
"¿Por qué no contáis alguna historia que nosotras haremos música después creando entre todos otros mundos imaginarios para llenar esta sala de impulso , de ilusión?

Dicho y hecho: ellos creando mundos de reinas y dragones y ellas, las flautas, coronando su iniciativa con rugidos y tiaras. La magia de la música, de la comunicación y la fuerza interior.

En Oncología el trinar de las flautas envuelve a los pacientes que , pacientes, reciben su tratamiento en vena. Y por ahí se cuelan, ahora sí ,como fluidos balsámicos, Mozart y Telemann  y otras músicas serenas que miman sus castigadas venas.
Una señora que así lo siente, les da las gracias, conmovida. La quimioterpia hoy, para ella,  tiene un sabor diferente, casi dulce.





Pues, sí, Virginia, voluntarios voluntariosos,lo que hacéis es fundamental sólo por esas palabras, por esas sonrisas, por los ojos llenos de luz, de emoción. No se está pasando el rato o matando el tiempo. Se está dando vida  y esperanza. Se está transformando una realidad dura y umbrosa en luz y en energía.

jueves, 26 de marzo de 2015

Música en Vena, en vena


Porque una palabra vale más que mil imágenes y porque una palabra tras otra de personas que construyen, luchan y se entregan valen más que todos los textos del mundo, aquí está este hermoso vídeo que explica el origen y el sentido de MeV.

Aquí está "Musica en vena" en vena. La ternura, la dulzura, la luz, el tesón, la fuerza, la pasión, la emoción de MeV en Virginia. La valentía, la lucha, el dolor, el miedo- que conjura MeV- y la energía, la vida, el empuje, la emoción que crea MeV y que cura  el alma y la fortalece , en la valentía, la generosidad y la honestidad de Inma. 
Gracias


sábado, 21 de marzo de 2015

La dulzura frente a Goliat

Siempre que hablo de mi Música en Vena, acabo usando las mismas palabras: magia, milagro, prodigio. Todos sabemos que las palabras- a fuerza de usarlas- se desgastan, pierden su valor. Pero es que no hay otras. No puedo encontrar más sinónimos para referirme a lo que sucede durante esos minutos en los que unos magos de la generosidad y la sensibilidad transforman umbrales de dolor en doseles de belleza, emoción y esperanza.

Entramos de puntillas en esas salas oscurecidas que intentan prolongar el útero  que no debieron abandonar tan pronto esos bebés tan pequeños y frágiles. En silencio, respirando tibiamente para no perturbar el aire y el silencio que los protege. 
Pequeñas incubadoras
que aparecen como gigantes protectores de minúsculos bebés- aparentemente quietos, pero atados a la vida por tubos y monitores- velan, probablemente, la batalla más importante que darán en toda su vida. Los que consigan ganarla.

Ver a esas personitas, braceando, mirando, ganando cada segundo en esa carrera de fondo, nos desarma. Frágiles, hermosos, mínimos. La vida en estado puro. La muerte haciéndoles guardia.
Entramos respetando ese combate y la fuerza y el dolor de los padres que con su calor y su amor inyectan a sus hijos la mejor medicina, la única que puede salvarles: la vida es hermosa y os está esperando.

Entramos queriendo ser invisibles. Solo para ayudar a prepararse a Raquel y Jesús, crear un breve espacio donde ellos puedan crear otro mundo dentro de ese.
Un mundo de dulzura, de serenidad y de fuerza que impregne esas paredes y acompase esos pequeños corazones que aletean por vivir.
Ellos todavía no lo saben pero van a recibir un hermoso regalo que nadie como ellos sabrá festejar y valorar.


Pero antes, Raquel que tiene una voz que acaricia y te envuelve en pura emoción, pero que tiene todavía un corazón más grande y más tierno, se resiste a situarse lejos de los bebés y quiere conocerlos antes de cantar para ellos. Se acerca y les habla y los arrulla con su sonrisa y sus palabras. Jesús, a distancia, la sigue con su tiorba, emocionado.


Virginia y Raquel se acercan a Javier. Un bebé de cuatro meses más liviano que un pequeño peluche. Raquel recibe la mirada de Javier conmocionada. Javier la mira con ojos de sabio, de mayor, de alguien que ha sufrido mucho para llegar hasta allí pero que está decidido a seguir descubriendo el mundo con esa mirada profunda y valiente.

Suena la tiorba, Raquel la acompasa con su maravillosa voz y una música suave y delicada nos envuelve como si el tiempo se parara y la vida fuera solo eso, música y dulzura.
Nos atraviesa un destello incontrolable. Nos dejamos ir en ese abrazo tierno que Raquel y Jesús nos están regalando y al que solo podemos acompañar con lágrimas de puro agradecimiento, como lo que somos: adultos torpes y limitados.
 Ellos, los pequeños guerreros, los que son sabios ya sin todavía saberlo, responden con la misma vida: los monitores y su silencio hablan por ellos. La presión cardiaca de sus  combatientes corazones baja, sus llantos se sosiegan, algunos se abandonan al sueño reparador.
La voz de Raquel, la tiorba de Jesús, meciendo a unos bebés desde muy adentro. La música dulce, una nana en la que descansar por unos momentos. Una tregua a la que se entregan por completo.

Abuelos emocionados, padres sin palabras y la ternura de Virginia y de Raquel rodeándolos, acunándolos también a ellos, que tanto lo necesitan, que tan doloridos y llenos de amor se encuentran. Virginia y Raquel con su dulzura salpicando ese instante prodigioso tan intenso e íntimo donde no queremos que la alegría se empañe por las lágrimas que no podemos evitar ante ese torrente de emoción.

Las palabras , lo sabemos, no pueden abarcarlo todo. Tal vez la música sí. Os dejo con ella. Con lo que dos personas maravillosas pueden hacer con su trabajo y su sensibilidad.*




Raquel, Jesús, disfrutaros ayer fue un regalo de la vida. Para mí, un regalo muy especial. Yo que, en estos momentos, siento muy resquebrajado el cordón umbilical que une mi corazón al de mi hijo, ayer, con vuestra música y vuestra ternura, pude algodonarlo y sentir que, rota, también puedo seguir luchando, como lo hacen esos bebés que quieren vivir a pesar de que sus comienzos han sido los más duros.
Gracias. De todo corazón.




Si queréis saber más de ellos y buscarlos y perseguirlos y disfrutarlos en directo, pinchad aquí: 
Raquel Andueza  Jesús Fernández
http://raquelandueza.com/






* Si habéis pinchado en el vídeo, habéis podido comprobar el lujo de artistas que ayer pudimos disfrutar.

Aquí os dejo las palabras de Raquel después de esta experiencia para que os podáis aproximar a la calidad humana de esta pareja y a su sensibilidad y generosidad














jueves, 12 de marzo de 2015

Las amarras de la vida

Es fácil imaginarnos en una playa del Caribe, descansando, aunque nunca hayamos estado. Tampoco sería difícil imaginar el pesado y claustrofóbico trabajo en una mina, por ejemplo.

Aunque nos equivoquemos, aunque no sea  cómo lo imaginamos, seremos capaces de hacernos una idea, de colocarnos en ese escenario de algún modo y acercarnos a lo que se pueda sentir en esas situaciones.


Pero hay situaciones ante las que es imposible imaginar cómo nos sentiríamos, qué haríamos, cómo las viviríamos. Es imposible.

Pasar por una Unidad de Cuidados Intensivos al borde la muerte, es "intrasladable".
No hay manera de acercarse a la experiencia de despertar en un mundo desconocido, dolorida, sin reconocerte ni reconocer qué haces ahí, cómo llegaste, qué te pasa. 

Despertar en un sueño que no identificas como tu propia pesadilla y en el que te desadormeces solo para querer cerrar de nuevo los ojos, imaginar que es un mal sueño y no poder hacerte preguntas que te hielan la sangre y el entendimiento. Preguntas que te cuestionan si estás viva, si podrás seguir estándolo mucho tiempo más o estás simplemente en la antesala de lo inevitable.

Pasa el tiempo y el duermevela se va retirando para dejar paso a la conciencia que, atrevida, quiere saber más; a pesar de que el pánico, el dolor, la incomodidad,la soledad y hasta la vergüenza le dicen que no haga preguntas, que deje que las respuestas vayan llegando cuando sea conveniente.

Empiezas a recordar y lo último que recuerdas como real es un golpe fuerte, estrépito y la conciencia de que ese viaje se terminaba en mitad de trayecto. Sin saber dónde ni cómo están tus compañeros de viaje, te ves rodeada de gente extraña, tubos, máquinas, más camillas y médicos y enfermeras que  todo lo controlan  y aletean alrededor como ángeles de la guarda.  Y casi sin querer terminas la oración infantil: "dulce compañía. No nos abandones ni de noche ni de día".

Algo así es inefable, probablemente hasta para quien lo ha vivido. Las palabras se desdibujan en la confusión, el miedo y el alivio de haber salido de ese limbo en el que el tiempo y la vida hicieron un descanso incierto, aunque finalmente -eso no lo sabías- no definitivo. Imposible describir y dilucidar lo real de lo onírico.
Lo real de los miedos y los anhelos que se colaban en ese universo blanco de silencio. Un universo arropado por la muerte en el que cada movimiento, cada decisión, cada respirar es una estrategia para derrotarla. Sólo caben  tiempo y lucha, en esos espacios.


De pronto, el limbo se convierte en algo más vivible: aparece algún ser querido que te devuelve la emoción y te acaricia con sus palabras, sus besos y  esperanza. La vida fecunda ese espacio estéril y ese campo de batalla se acoraza con el calor y el amor de los que te quieren y quieren protegerte de ese silencio blanco.
Y preñan ese líquido amniótico de catéteres y monitores en una prolongación de  vida posible.
El sudario se convierte en un dulce arrullo.






Se necesita paciencia para esperar, de nuevo, la llegada de la caricia de alguien querido.
Paciencia, que alarga más esos minutos infinitos que pierden su dimensión.Paciencia que se impacienta según pasan los días y siguen acuciando las preguntas insidiosas.





Alguien que ha vivido algo así (¿cómo me atrevo a imaginar lo que ha podido vivir alguien en una UCI?) se ha puesto en contacto con Virginia para decirle que quiere colaborar con MeV,
que quiere tocar para MeV.




Estuvo entre la vida y la muerte después de un accidente y sólo pudo sanar o pudo soportar el proceso de sanar, de saber si podía recuperarse, gracias a la música. Sus amigos (sabios amigos) supieron alfombrar ese duro camino con su música. Supieron que las palabras no podían llegar a las heridas de su amiga y cauterizarlas, que era necesario algo más. Así le llevaron música a esos momentos de incertidumbre y miedo; y ella sabe, ahora, que fue la música la que le dio la fuerza que necesitaba para soportar esa espera.
Que fue la música la que la amarró a la vida, de la que no quiso desprenderse. 
Ha comprendido, a pesar de su tremenda juventud - o quizá por eso mismo- que la música la ayudó tanto, que no imagina cómo podría haber salido de esa experiencia sin su compañía. 

Por eso ahora quiere  llevar esa misma medicina a gente que sufre una enfermedad, que pasa por un hospital cargada -como ella- de miedos, preguntas, impaciencia, dolor, sufrimiento. Quiere tocar para ellos.Porque sabe que la música sana el alma, la robustece, la funde a los resortes que hacen la vida hermosa y vigorosa, la conecta con energías que no conocemos y que levantan la voluntad y la siembran de fortaleza.
La música llega donde nada ni nadie llega y desde allí sopla  vientos favorables a la recuperación.





Virginia, conmovida, se deja ir en lágrimas de emoción. Conmocionada comprueba, una vez más, que ese sueño que ella ha hecho realidad era imprescindible sin ella saberlo. Su sueño lleva el bienestar a la gente que más lo necesita. 
No puede dejar de emocionarse cuando recibe el testimonio de las personas que saben, como nadie, que esto es así y que Música en Vena debe seguir fortaleciéndose  y llegando a más hospitales, a más salas donde las personas se enfrentan con lo peor y lo mejor de la vida, para instalar dentro de ellas la posibilidad de encadenarse a la emoción; y ,gracias a ella, de seguir luchando con más sentido y  más fuerza.