viernes, 27 de noviembre de 2015

Como agua de mayo

A veces los imprevistos caen como agua de mayo. 
Normalmente el último viernes de cada mes, de la mano de Música en Vena, un artista o grupo visita dos salas de la sección de siquiatría infantil del hospital Niño Jesús.
 Ayer fueron dos grupos y a una sola sala: la sala Margarita. Llegan a ella 9 pacientes acorazados por unos dulces pijamas y sus zapatillas de estar por casa. Esa casa que es ahora su casa. 
El único chico del grupo, al entrar, se acerca a Mario, que es el que abre el concierto con su guitarra, y le dice al oído un secreto a voces: las chicas nada más verlo no han podido evitar exclamar lo guapo que es. Además de guapo pronto descubrimos que es un seductor. Nos seduce con su presentación, su cercanía, su humildad, su simpatía, su empatía, su sonrisa y su maestría punteando la guitarra. 
Como uno más entre ellos, les pide, nos pide, que le acompañemos, que él está ahí para disfrutar con ellos de un ratillo diferente y divertido, para compartir ese lenguaje común que les apasiona: la música. Y eso es lo que sucede. Ellos, cercanos y agradecidos, intentan arroparle: está nervioso pero no se le nota. Pone todo su corazón en los temas que se ha preparado para ellos y los presenta y los canta con él. Es uno más pero sin pijama. Y ellos se lo agradecen. Un grupo de chavales reunidos alrededor de una guitarra, cercando el dolor que los ha llevado hasta allí. 
Mario promete volver otro día para continuar con el conjuro.

La sonrisa de Carlos se pone de pie y busca la dulce y vivaracha mirada de María que ya nos acoge a su lado. Suenan, cálidos, los primeros acordes de la guitarra acústica de Carlos y con ellos llega la paradoja: Carlos casi susurra un maravilloso y simple tema de Silvio Rodriguez y, sin embargo, inunda la sala de emoción. Su voz aterciopelada y rota se pasea por esa sonrisa plena, llena de pasión, y con ambas nos acaricia en un escalofrío imprevisto. Se produce el sortilegio. "La gota de rocío" nos recorre de arriba abajo cuando María acude con su violín y su maravillosa voz cristalina al encuentro de su compañero. 

 El susurro de Carlos y el cristal de María; la sonrisa de Carlos y la limpia mirada de María. Galea.Y esa sala ya no es una sala de hospital de niños que sufren. Es un grupo de personas tocadas por la emoción. El violín, la guitarra, María, Carlos,los niños...Como prestidigitadores con sus maravillosas voces nos sacan de allí y nos llevan, juntos, a ese lugar cálido donde despierta todo lo hermoso que llevamos dentro.

Se nos hace muy corta la hora que nos regalan estos tres generosos artistas, pero debemos irnos.
Llega la hora que más temen los críos: la cena. Salen a sus dormitorios y nos vamos despidiendo de ellos. Les deseamos que vuelvan pronto a llenar el agujero negro en el que -seguro- se ha transformado, sin ellos, su casa.

La última que nos dice adiós desde la puerta de su habitación es Carmen, una preciosa pizpireta de 8 años. Nos vamos acongojados sin poder evitar preguntarnos qué tipo de mundo y de sociedad lleva a una niña de 8 años a una sala como esa. Qué estamos haciendo con la vida para malograrla así. 
Porque, no nos engañemos, el problema de Carmen y de todos los niños que luchan contra esa herida, no es un problema individual. Y algo estamos haciendo muy mal para obligar a esos pijamas a no dormir en sus camas siguiendo una sombra oscura que los engulle. 

Afortunadamente tienen esas otras "casas" donde podrán recuperarse y encontrar un camino más luminoso. No será fácil. Música en Vena lo sabe. Lo ve cada día y por eso, cada día también, nos parece más imprescindible acercarles con la música esos destellos que les recuerden lo hermoso que es vivir y que la fuerza y la pasión están dentro de ellos.
Sólo necesitan, quizá, que vuelvan a despertar y , tal vez, la música sea parte fundamental para conseguirlo.Porque la música y la emoción alumbran allí donde la química y la ciencia no llegan.



Salimos, como siempre, transidos y enternecidos. Una vez más, gracias a la generosidad y la autenticidad de artistas maravillosos, ha sucedido algo pequeño pero enorme. 

Y nos seguimos preguntando si es que Música en Vena es muy afortunada y se encuentra en su camino con gente excepcional, o si es que es la gente buena y generosa la que realmente abunda, a pesar del fango espeso que nos rodea.

Gracias Mario. Gracias María y Carlos.






*Escribo esta entrada mientras escucho el regalo que me hizo ayer Carlos, como si no hubiera sido suficiente el que vivimos juntos: su disco de versiones. Y acariciada con su voz, sale este texto. Para que os acaricie también a los que lo leeis, aquí viene Carlos.
Gracias, Carlos. Este disco - en especial ese "Óleo..."- es conmovedor

viernes, 20 de noviembre de 2015

Un atraco

"Arriba las manos. Esto es un atraco*". Y Paula y Laura las levantan. A la altura de sus violines y el atraco se perpetra. Generosas,como solo lo son las personas que responden a una llamada de auxilio sin pensarlo, rotundamente; durante dos horas , atril y violines en ristre, recorren los pasillos de tres secciones duras e intensas del hospital para tocar, de pie, sin preparación previa, a bocajarro, entre el ir y venir de personal, máquinas y miradas conmovidas. Sin pedir un simple vaso de agua. A contrapelo.


El atraco comienza nada más entrar en Neonatos. Un bebé de tres meses, minúsculo, duerme profundamente en su cochecito. Con la tranquilidad de quien ha pasado una gran prueba. Las señoras que lo llevan en volandas hacia su nueva vida, no pueden evitar presentárnoslo y ese gigante, que no sabe la proeza con la que ha tenido que vérselas nada más llegar a este mundo, es el primero que nos roba el corazón: sale victorioso de un doble trasplante, de páncreas y de riñón. "Es un niño milagro" nos dicen con una sonrisa en la que no queda rastro de todo el miedo y el dolor que les han quitado el sueño día tras día hasta volver a casa.
Casi sin acabar de entender que hemos podido acariciar un milagro, entramos a esas salas preservadas en las que bulle la vida con la muerte pegada a los talones.
Minúsculos talones luminiscentes, como velas de una plegaria que los guía hacía sus vigías, los monitores.

Laura y Paula, desenfundan, y ahora son ellas las que roban el corazón de todos los que las oyen. Con sordina, suavemente- lo que dificulta todavía más su tarea- llenan esas salas de un latido diferente. Doctores y personal de otras salas se arremolinan alrededor para dejarse robar. Y el botín es portentoso. Sonrisas, palabras de agradecimiento, lágrimas, un silencio respetuoso y los llantos de los bebés que se apaciguan. Padres exhaustos pegados a sus hijos, tan pequeños que algunos caben en la palma de la mano, nos dan las gracias y sonríen ante nuestra expectación y nuestra perpleja conmoción. 
Mozart, Bach, Brahms, Falla... revolotean por esas salas y pasillos en una nana de cuerdas, acunando a esos pequeños guerreros, robándoles unos minutos a sus batallas.

Nos vamos a la UCI de traumatología. Como crisálidas verdes,
respirando casi el dolor, entramos a esa sala de acceso limitado a todo menos al sufrimiento. De nuevo Paula y Laura se entregan a sus violines y la sala las escucha con una solemnidad reverencial. El personal sanitario, conmovido, las disfruta en estricto silencio y con un respeto ritual. Como si supieran que la música es mucho más que música y que en esa sala es más necesaria que en ninguna otra la música en vena. El concierto va a ser mucho más breve. Laura debe marcharse. Pero no se va. Una fuerza invisible la retiene. Conectada a las personas que están entubadas, graves algunas, se olvida de sus compromisos, se olvida de la vida "real" para robarle al tiempo lento de una UCI unos minutos de tedio. Se despide con un solo maravilloso que llega a cada rincón de esa habitación como un algodón. 
Paula, ya sola- con miedo a que resultara demasiado triste- cierra esa travesía por la cara más amarga de la vida con una melodía popular que parece decirnos a todos que el dolor compartido es el mismo pero más soportable. Y el atraco finaliza con las gracias de un afligido paciente en el que ya no era posible diferenciar las lágrimas robadas al dolor con las que nos recibió, de las robadas al agradecimiento.

En volandas, secuestramos de nuevo a Paula- ahora solita- y llegamos a la sección de trasplante de médula. Pensábamos que la mañana no podía ponerse más sería y allí lo es tanto que solo podemos quedarnos en el pasillo. Las puertas de quienes tienen ánimo para escucharla se abren como ojos que quieren despertar a otra realidad y la música se cuela por ellas como un reguero de alivio. Son solo dos piezas que Paula ejecuta proverbialmente con su violín cargado de fuerza y de sentimiento. 
Estoy sana, de pie, escuchándola y no puedo evitar- continúa el atraco- robarle dos besos y abrazarla. No se me ocurre otra forma de devolverle todo lo que con esas bellas notas acaba de llenar en ese pasillo: un vacío estelar.



No sabemos cómo agradecerles a Paula García







y a Laura Delgado
, del grupo Ensemble Praeteritum,
el esfuerzo realizado en ese hermoso "víacrucis" que han  transformado en una estela de luz. 
Ellas no lo saben ( o quizá ahora ya sí) pero el verdadero atraco es cuando vuelves a casa y puedes interiorizar todo lo vivido durante esas dos horas. 
Espero que podáis perdonarnos ese robo a "mano alzada" y que guardéis en vuestro corazón esos intensos momentos como lo que son: un auténtico botín de "vida".
Os esperamos , de nuevo, prontito.

*La maravillosa arpista, Diana  Real, que iba a venir el viernes 20 de noviembre al hospital 12 de Octubre, tuvo un imprevisto y no pudo venir. Cuando me entero, el jueves a las 00:20 cometo la temeridad de ponerme en contacto vía Facebook (qué extraordinariamente útiles pueden ser las redes sociales a veces) con Paula ( a quien conozco porque ya había colaborado con MeV junto con otros dos miembros de su grupo)  quien me contesta en menos de 30 segundos. Le propongo el asunto y antes de terminar de explicárselo me dice que sí, que ella puede y que estará encantada.


Concierto del 20 de noviembre con Azu, Rosa y Virginia.


Una tarde " de cine"

Es difícil imaginar que vamos a una fiesta en medio de un hospital. Pero así es. Es el Día del Niño y el teatro del Hospital Niño Jesús, algo escondido,  es como un paréntesis que se engalana de arcoíris. Como si ese arco de colores les protegiera a ellos, a los pequeños, de todo contra lo que están luchando.
Allí, en ese escenario, llegarán ilusiones y magia para hacerles olvidar lo que les ha llevado hasta allí y les impide volver a casa.
Hoy hay payasos y magos que dan color a esas sombrías horas que supone una hospitalización. Pero antes, iremos al cine. A un cine especial. Donde las palabras se hacen de música.
Parece algo simple, casi natural. Sin embargo es una idea brillante y dependerá de su ejecución para que dé los frutos deseados. Ambas cosas suceden. 

Marta ha tenido esa brillante idea y su maestría al piano la hace realidad. Y lo muy complicado y preciso aparece como parte natural de la historia que vemos. 

El teatro recibe a bastantes pequeños, algunos ya más crecidos. Van , como ya hemos dicho en otras ocasiones, atados a sus goteros o sus impedimentos. Pero están contentos de vivir una tarde especial. Sus padres, agradecidos, disfrutan de verlos animados.

Marta nos explica las historias que vamos a ver.
Son fragmentos de películas muy conocidas y hermosas. Ella les dará vida y sentido en las notas de su piano con una elocuencia admirable. Lo borda y tanto es así que nos pareciera que las notas salen de la historia que estamos viendo y ya no sabemos qué da vida a qué. Como una pintora de trazo invisible, dibuja en la pantalla lo que vemos a golpe de tecla; certero, nítido. Las notas se persiguen y van dando forma a lo que vemos en pantalla. Y así, ante nuestros ojos, se dibujan la risa, la emoción,el vértigo, la tristeza, la fortaleza, la ilusión.

Unos fragmentos de películas mudas, un piano, baja la luz...y nos lanzamos por ese tobogán maravilloso de la música hecha esencia y virtuosismo con total naturalidad.

El teatro es ahora una barbería donde Chaplin, nos saca las carcajadas o un viaje hacia al arcoíris en busca del Mago de Hoz o la vorágine de una ciudad
como Nueva York en los años 20 que nos sorprende a los adultos por reflejar de forma tan fresca las miserias de hoy. 




Se nos ha hecho corto, pequeños. Nos ha sabido a poco. La magia de la música da paso ahora al mago de verdad que os hará ver lo que no hay. Del mismo modo que, por unos momentos, hemos dejado de ver vuestros goteros y vuestro dolor para quedarnos prendados en vuestros ojos abiertos de sorpresa y emoción y en vuestra sonrisa.

martes, 10 de noviembre de 2015

Esa parada de tren

A los músicos que pasan por Música en Vena siempre les sorprenden las mismas cosas. 
La labor ingente que lleva a cabo la asociación con tan pocos recursos: este mes, por ejemplo, han sido 30 conciertos. 
Su poder invasivo: una vez que entras en contacto con ella, se instala dentro de ti y no te abandona jamás. 
Su poder adictivo: se produce tal comunicación, un flujo tan especial de emociones recíprocas que todos quieren repetir.

A las voluntarias nos pasa lo mismo. Tanto que nos llevamos a cuestas cada uno de los conciertos a los que asistimos y con ellos vamos amueblando nuestro interior, cada vez  más lleno y acompañado. Y volvemos a ellos en bucle, en una especie de homenaje emocional. 

Eso es lo que le ha pasado a Azu, una de las voluntarias. En ese trayecto de recordar - pasar por el corazón-, se encuentra continuamente con un tren, Memphis Train,
que pasó por el Hospital Clínico San Carlos, el 10 de noviembre, dejando una estela de blues  cálida y emocionante en las salas de oncología y nefrología. 

Me cuenta Azu que llenaron esas salas de elegancia y saber hacer. Tanto, que los pacientes de las salas intentaron subirse a ese tren y agitaban sus manos en cada canción, agradeciendo su parada en esa ingrata e inevitable estación.
Dos de los componentes de la banda, Jorge y Víctor, con sus guitarras a todo tren les transportaron con ánimo y entusiasmo al color y calor del blues, donde la tristeza se tiñe de fuerza y armonía.


Por la acumulación de eventos y de ir y venir sin parar, no quedó rastro fotográfico ni escrito de ese maravilloso tren que regaló una mañana de alegría en ese hospital. 

Intentamos hoy traerlos de nuevo al corazón- recordar- y agradecerles, una vez más, su paso por MeV y el dulce traqueteo con el que acompañaron a los pacientes y al personal sanitario ese día. Y a las voluntarias, que se sienten privilegiadas por poder disfrutar y conocer a gente tan generosa y especial. Como le pasó a Azu ese día.

Para los demás, para los que no pudimos subirnos a ese tren, aquí los tenemos: