viernes, 4 de marzo de 2016

"Aleluya"

El violín de Cristina, sabio, moldeado por el luthier del tiempo, descansa en un sillón.
Ansioso por dejarse acariciar por el arco lleno del entusiasmo, la generosidad y la alegría de Cristina.
 A Cristina se le sale por los ojos la sonrisa y con ella las ganas de agradar y llenar esas salas de alegría y de fuerza.

A pesar de que lleva casi una hora esperando a que eso suceda, no la pierde ni decae su entusiasmo.

Viene preparada con sus partituras. Elegidas con mimo y con criterio. Con mucho criterio nos regala interpretaciones de clásicos que todos  podemos identificar : "Yesterday", bandas sonoras como "Titanic" y la maravillosa "Aleluya"...

Le toca tocar en pasillos de salas como Cardiología y Neurología.
Y le toca darse de bruces con  lo inevitable y que siempre hemos de tener presente: a algunas personas no les apetece nada, tampoco la música en esos momentos. Aunque esa es la excepción que hemos de respetar pero que no nos impide recibir el entusiasmo de otras personas que salen de sus habitaciones a deleitarse con esas cuerdas cargadas de juventud y de ánimo.
Cristina, salpicando las puertas abiertas de los pasillos y a todos los que concurrían a escucharla,  con piezas breves que nos hacían querer más. Más de su maravillosa música,  de su sonrisa y de su pasión.

En la última sala, un admirador se plantó delante de ella, ansioso de disfrutarla en primera fila. Con su pijama desmadejado y su dicción afectada por algún problema no se movió un centímetro de ella en toda la actuación. Le pedía una canción que Cristina prometió prepararse para la próxima vez: "On my way" de Sinatra. Insistía en esa canción  como si con ella quisiera enarbolar  una pancarta reivindicativa, exigiendo poder elegir su camino que, en ese momento, le estaba vetado.Sin caer en la cuenta de que casi es una canción de despedida.
 
Interaccionando con Cristina en cada pieza, se alegraba como un niño cuando con los primeros acordes identificaba la canción que previamente le había presentado ella y que no reconocía por el título. Fue un fan de primera que pudo haber sido algo incómodo para ella pero que, por el contrario, ella supo acompañar y agradecer con toda sinceridad.

El tiempo se acababa. Nos supo a poco. 
Alguien pidió que fuéramos a otra sección pero nos dijeron que era suficiente. No para Cristina que tenía ganas de más y que hubiera ido gustosa a seguir salpicando de arte y animación otras puertas entreabiertas, otras miradas agradecidas y aplausos entusiastas de  personal médico, familiares y enfermos que asomaban expectantes y terminaban apaciguados del día a día del hospital.

Nos vamos con ganas de más, aunque robamos algunas melodías al corto tiempo impuesto.

Cristina nos dedica el "Aleluya" que tanto nos gusta. Y salimos de allí,  enarbolando, nosotras también, esa melodía en su violín como una pancarta reivindicativa que ruega que todas esas notas regadas por Cristina en el 12 de Octubre hayan servido- un poquito- para hacer más llevadero, a  cada uno de los que allí se encontraban, la vuelta  a su camino lo antes posible. Cada cual, a su manera.

Gracias, Cristina.
 Te esperamos de nuevo, pronto, para resarcirnos de la miel en los labios con la que nos despedimos de ti.



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