viernes, 26 de febrero de 2016

Un sudario de música (en vena)

Ayer el líquido amniótico de ese útero milagroso que es la planta de Neonatos del Hospital 12 de Octubre anegó todas las voluntades. La muerte fue cerrando puertas y encogiendo corazones, enseñoreándose de ese espacio donde sucede lo imposible. 
Imposible como que esos bebés tan graves logren ganarle la batalla y puedan disfrutar, la próxima vez, de la entrega y la emoción con las que Eliza y Samuel llenaron la única sala en la que pudieron entrar.
Acercándose a cada cuna, hablando con los padres y cantando con el cuerpo y con el alma. Mirando a los ojos a los bebes y a los padres. Acompañando de guitarra y  samba los esforzados latidos de su corazón.

En la UCI pediátrica les esperaban esas bombas de racimo que nunca sabes cómo van a estallar en tu corazón. La UCI pediátrica es una zona de alto riesgo. Alto riesgo emocional.
Eliza , camita a camita, sala a sala, cantando con el nombre de cada bebé en su boca y el cariño y el calor y la fuerza de sus palabras a cada padre.
 Eliza, ayer, cantó abrazada a una madre,llorando,  cuyo bebé acababa de ser intervenido.
 Se puede cantar, abrazar, llorar... Y entonces la vida tiene algún sentido. Lo cobra en tanta comunión y tanta solidaridad. Ese pequeño gesto, da sentido al mundo. Al ser humano.

Los músicos viven muchas experiencias. En el hospital experimentan la pura vida. Y la pura muerte. 
En ese terreno minado por tanto dolor, donde parece inconveniente la música, la alegría, hasta la normalidad de una sonrisa, unos padres quisieron acolchar la despedida de su hija con música. Los padres que tenían que desprenderse de lo que más querían, que tenían que decir adiós a su hija de ocho meses, pidieron- por favor -que la música la acompañara en ese último viaje.Un lecho de música, de amor, en vez de una fría mortaja.
Estos padres-africanos-, con ese acto de amor supremo, nos han dado una auténtica lección: no se puede vencer a la muerte pero se la puede convertir en algo hermoso, en un último regalo a la vida de lo que más amas.

 No sé si Eliza y Samuel van a vivir con su música algún concierto tan cargado de emoción, de sanación y de auténtica humanidad. Ellos, con su arte, su generosidad, su sensibilidad, plantaron cara a la muerte armados con su música; y si no la han vencido , al menos la han convertido en algo menos aterrador e injusto. 
No debe de ser fácil cantarle a la muerte.Pero debe de ser muy hermoso llenarla de vida y de belleza con un Ave María purificador. Un milagro, Eliza y Samuel. Muchas gracias.

Música en Vena haciendo milagros... Como no me canso de repetir.

Yo no estuve allí. Pero llevo enmudecida y conmocionada desde que Rosa  compartió todo esto  con nosotras y casi no sé lo que he escrito. Pero necesitaba hacerlo.

Gracias.




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