sábado, 20 de junio de 2015

Corazones "arpados"

Martin sonríe. Cobijado en la mano de su madre. Con los ojos cerrados. Sonríe. Parece que las notas dulces y armoniosas del arpa de Diana Real le acariciaran su cuerpo minísculo.

Entro tarde a esa sala que reproduce una cavidad fetal y llego a ella guiada por las maravillosas notas de un arpa que me conducen hacia ella. Es como si toda la zona de Neonatos recibiera una lluvia de sol y bienestar en cada vibración de cada cuerda: como gotas de placidez .

Diana baila con sus dedos a través de las cuerdas y nos transporta. Nos lleva a un lugar sin dolor, cálido. Luminoso.


Algunas madres lloran. Lloran como si no entendieran de dónde salen sus lágrimas.Algunas acaban de parir.
Ninguna madre está preparada para un parto que no termine con el bebé en tus brazos, rotas de felicidad. Ninguna madre está preparada para desgajarse de su hijo nada más nacer y verle, inerme, en una incubadora, entubado y protegido, luchando por su vida.
Ninguna madre está preparada para seguir siendo el útero de su hijo, para seguir acunándolo entre el corazón y los brazos para poder seguir siendo la prolongación de ese espacio que todavía necesita para vivir.
Ninguna madre está preparada para sostener a su hijo con una mano, para verle como un esbozo de lo que será, después de días luchando por sobrevivir. Tan pequeños. Tan frágiles. Tan hercúleos como su combate por volver a nacer.
El desconcierto de ser madre, la avalancha de emociones, de miedos, de felicidad se multiplican por millones cuando has de pasar días y días junto a la máquina que le dará la vida a tu bebe definitivamente. Y todo ese caudal de sentimientos desborda en cuanto algo toca por dentro.

El arpa de Diana y su voz, tocaron muy adentro a todo el mundo que ayer pudo disfrutar de ese encuentro.
Las madres, agradecidas, temblaban emocionadas por tantas cosas...
Algún padre, controlando su emoción, hacía fotos y no sabía de qué manera expresar lo que había sido ese momento. Con su hijo recién llegado a la vida el día anterior, habían vivido ayer el primer momento de "felicidad" completa, acunados, ellos, los padres, por la música maravillosa de Diana. Quisieron hacerse una foto con ella para llevarse ese recuerdo no solo en el corazón.

La doctora Pallás, la directora del servicio, nos guiaba sonriente a todas las salas. Llevaba a Diana allí donde no podía entrar por ser salas delicadas, de niños en situaciones más inestables. Diana desde la puerta, seguía regando de belleza y paz esas oscuras habitaciones donde la lucha es más despiadada.
Tanto que algunos la pierden. Como el gemelo de un padre que tumbado con su otro bebé -completamente vendado, mínimo- sobre el pecho, nos contaba su experiencia en el último concierto de MeV allí mismo, con Ana Salazar, al tiempo que nos explicaba que había perdido a su otro hijo 3 días antes.

La vida, la pura vida, acorazada por la muerte. Y el personal médico luchando por despistarla. Gente que hace un trabajo duro y maravilloso. Monitorizando, entubando, acariciándo, pinchando, acunando, a bebés mínimos. Empujándoles para que su esbozo de cuerpo se refuerce y puedan respirar, comer  por sí mismos. Médicos y enfermeras dedicados a una tarea constante y tenaz de la que saben dependen esas personitas con pies y manos minúsculas pero que pelean duramente para hacer lo único que saben y no pueden: vivir.
Ellos, los médicos y enfermeras, también sonreían al compás del arpa y se giraban alrededor de una incubadora para ver a Diana y confesarle que " así se trabaja mucho mejor".

El silencio y la oscuridad necesarios de aquellas salas, ayer se llenaron del sonido cristalino, poderoso, de ese bello instrumento que es el arpa.
Un arpa pequeñita, como si hubiera querido acompañar en su pequeñez a  los colosos que allí batallan por la vida. Pequeñita pero inmensa, como ellos.



Como la conmoción de todos nuestros corazones que "arpados" continúan recibiendo una lección cada día que vamos a los hospitales.
Una lección donde lo grande es lo pequeño y donde la vida es algo tan simple como un minúsculo pie asomando por una sábana,  moviéndose para seguir adelante.









Esta mujer es la maravillosa artista que ayer nos regaló algo muy especial (aquí con el arpa descansando)




Todo el mundo te daba las gracias, sonriente y agradecido, Diana. Nosotras también. Gracias







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