jueves, 28 de enero de 2016

"Vuelo de violonchelos"

Porque los violonchelos vuelan. Estos sí.
Tanto que  han llegado hasta mí, estando yo muy lejos del viaje intenso, único, que han vivido y han hecho vivir estas dos generosas músicas en el Hospital 12 de Octubre.
Un vuelo dulce, como su nombre.

El sonido del chelo, tan especial, ha sobrevolado hoy cuatro plantas del hospital. Cuatro plantas especialmente duras en las que la dulzura de esas cuerdas han logrado contener y asediar el dolor que las preside.

El vuelo se inicia en la la UCI polivalente de la segunda planta. La gravedad de los pacientes obliga a entrar con uniforme que preserve esa estancias de más problemas venidos de fuera.

Impone tanto dolor. Pero los brazos abiertos con los que han recibido a MeV , lo ha hecho todo más fácil. 

Porque hoy ha sido especialmente difícil. La música de Milene y Nuria Rosa llegaba en el momento justo en el que un paciente dejaba de sufrir para siempre. Por respeto al durísimo momento que estaban viviendo los familiares, se les ha preguntado si no les molestaba. Ellos han querido volar con los violonchelos para que esa despedida no fuera ese trance tan frío e inexplicable. Quizá han querido llenar ese vacío casi incompresible que impone la muerte, con la calidez de la música. 
Debe de ser difícil tocar con la muerte como espectador. 
Debe de serlo más fácil cuando te piden más y no quieren que dejes de impregnar esas paredes de la melancolía y el mimo de esos instrumentos saltando suavemente del tango a la samba. 
Una hora de música despistando al dolor y despertando, como siempre, otras cuerdas del corazón frágiles, desaparecidas en esos campos de batalla. 
Una hora intensa que terminan despidiéndose de todos, agradecidos.

En vuelo rasante, los chelos llegan a la planta baja, a pie de carretera. La misma que ha llevado a un chaval  recién ingresado, a la UCI politraumática por un accidente de moto. La madre todavía no puede creer que, en un instante, los sueños, proyectos, ilusiones de su hijo se hayan frustrado.

Antes de esta planta,
el vuelo se ha detenido en Hematología, "ese pasillo gris  y triste" donde las puertas de quienes tienen ánimo para dejar entrar a la música como un soplo de aire fresco, se abren. La música entra por ellas como ráfagas de luz y ese pasillo oscuro, lleno de ojos abiertos, se ilumina; y por un momento, no solo se abren las puertas  y las ganas, parece que con la música  los horizontes de todas esas personas que están luchando a muerte se amplían y en ellos caben la esperanza y la victoria. 
La música arramblando sombras. Por un momentito.

Y el vuelo rasante, toma altura. Nos vamos a la planta 14 a Neurología. Abundan los pacientes que han sufrido un ICTUS. Sorprende encontrarse entre ellos a pacientes muy jóvenes. 

Poco a poco, timidamente, los goteros han hecho su aparición en la sala donde los violonchelos los convocaban; y como cayados insobornables, los han guiado hasta esos primeros acordes que han llamado a su corazón.
 La guinda a este festín la han puesto Milene y Nuria Rosa cantando  cumpleaños feliz a un paciente que hoy cumplía años en esa sala.
El final feliz es que todos han despedido este simulacro de fiesta con aplausos sentidos y agradecidos.

Siempre pensamos que la música se va pero se queda. El rato que los pacientes pueden disfrutar de algo tan hermoso fecunda en su voluntad, en sus emociones y despierta en ellos voluntades que, rendidas, se habían quedado en la retaguardia. Cuando se estremecen con esos acordes vuelven a primera línea de combate y sienten que pueden más y mejor.

Hoy Nuria Rosa y Milene han volado con sus violonchelos durante 4 horas por los oídos, los ojos y el alma de mucha gente doliente. Y no es fácil. Pero el flujo que se crea en esos espacios, con personas en condiciones tan duras, reaccionando ávidamente ante los resortes de la música, es tan especial, que los músicos no se dan cuenta del esfuerzo y quieren continuar.
Les parece poco y nada les puede separar ya de esa experiencia. El tiempo desaparece y las obligaciones de la vida diaria palidecen ante la única obligación importante en ese momento: aliviar el sufrimiento, disfrazar la tristeza de posibilidad y fuerza. 








Esos dulces chelos hoy me han llegado de la mano de Rosa 

(algunas de cuyas frases y el título he utilizado y están 

entrecomillados) quien sentía la necesidad de darles las 

gracias a Milene y Nuria Rosa por tanto esfuerzo y tanta 

sensibilidad. Cuatro horas tocando entre monitores y dolor 

no es fácil.



"Gracias Nuria Rosa y Milene por dejaros el alma y la piel en 

esas cuatro horas largas de derroche de música y 

sentimiento"












2 comentarios:

  1. Maravilloso, es lo que siento. Esa labor callada, cuanto bien hace a los que sufren ya los que intentan paliar el dolor. GRACIAS

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  2. Maravilloso, es lo que siento. Esa labor callada, cuanto bien hace a los que sufren ya los que intentan paliar el dolor. GRACIAS

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