domingo, 31 de enero de 2016

Atrapadores de sueños

Nueve princesas de 15 a 17 años no parpadean al escuchar la dulce voz de Ana Liah
acompañada por la pericia de su padre a la guitarra, José Luis Pozuelo, quien las ha saludado previamente y les ha presentado.

 Algunas sonríen abiertamente, otras no parpadean, alguna va y viene de su mundo a la música ; otra detrás de sus gafas mira pero no expresa, parece que no está. 

Ana y José Luis nos animan a cantar, a participar, y eso hacemos. Por un momento olvido donde estamos: en la sala Margarita del Hospital Niño Jesús. 
 Me pregunto si ellas también. Si por un momento, electrizadas por la voz de Ana, son un grupo de jovencitas disfrutando de música hecha con el corazón.
La mirada fija tras sus gafas, el gesto serio, la falta de interacción de una de ellas me dice que no. Que es difícil soltarse de esas garras que las han llevado hasta allí. 

José Luis  y Ana Liah lo intentan con todo su entusiasmo y para ayudarlas a librarse de esa condena,  les recuerdan que "la belleza está en el interior" , que "hay un amigo en ellos" y volverán en cuanto les llamen otra vez porque están a "su total disposición" para "ir, por un ratito, juntos".

La voz de Ana es como un cristal fino y perfecto grabado con hermosas filigranas.
Un cristal que descansa en la maestría de su padre a la guitarra y que no queremos dejar de disfrutar.
Llega la cena, debemos irnos. Nos despiden agradecidas. Menos una. En silencio sale y vuelve a acurrucarse a su  cama , a esconderse de lo que lleva dentro.

En el hall de entrada una madre nos mira emocionada. Llena de agradecimiento e ilusión. No dice nada. Herida y esperanzada sonríe como una continuación de la sonrisa de su hija. Es tan grande la alegría cuando entra en esas salas...



Vamos a la otra sala. Nos esperan diez chicas y un chaval. Andan algo alborotados hasta que José Luis se presenta y vuelve a reinar la música y la voz cristalina de Ana. 
Y en esa sala, MeV cobra todo su sentido: Claudia, que es ciega, puede "ver" la música y se zambulle en un lenguaje que conoce y ama y se entrega a él. Aplaude, canta, se balancea...disfruta y vence su timidez.  
Y todos, de  nuevo, como un grupo de amigos pasando un buen rato, acompañamos con las palmas y cantamos y volvemos a repetir lo que ellos no saben todavía " que la belleza está en el interior" y que no hay nada mejor que  tener " un amigo en mí" para "ir juntos" por la vida. José Luis da un acorde y ellos adivinan la canción: un grupo de amigos gozando la música. Eso es.

Alargamos el tiempo y Ana y José Luis se apresuran para seguir llenando esa sala de un momento compartido con buena música. Notas que vuelan entre ellos como un soplo  , una comunión de energía que , quizá, les ayuden a atrapar los sueños que les hagan más fuertes. La música como el atrapasueños que cuelga sobre sus cabezas para recordarles que ellos pueden y que no están solos. 

Una de las niñas que ha estado cantando entregada, rompe a llorar. La música, así sentida, le ha llevado a ese lugar lo mejor de la vida, lo que suele quedarse a las puertas de un hospital pero que llevamos todos dentro. Y la música sabe despertarlo y convertir esa reclusión en otra cosa. "La vida está al otro lado y os está esperando", parece quererles decir. 

Claudia que no ve pero toca el piano, se ha llenado de luz y su linda carita inocente nos ha iluminado con su sonrisa y la de su padre que lo ha disfrutado tanto como ella.

Tanto como todos nosotros a quienes nos pesa marcharnos y dejar de sentir esta voz maravillosa y  toda su generosidad.




Nos marchamos cantando "Happy" y siempre nos vamos pensando si no es una provocación por todo lo que dejamos detrás. 

Se queda un trocito del corazón y ganas de volver a compartir con ellos tanta distorsión y tanto dolor.

"Me lo llevo muy adentro" dice Ana con la mirada al frente y su mano en el corazón. Como atrapando un sueño.


Gracias, atrapadores de sueños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario