jueves, 12 de febrero de 2015

La mano de Ana y...

En algún lugar leí que cada uno muere como ha vivido. Supongo que es así aunque creo que nadie puede saber cómo se sentirá en ese momento, ni cómo lo afrontará. 


Lo único que sabemos es que ese momento llegará para todos. Es una ruptura muy dura, tanto que a mí se me hace inaprehensible. Cuando lo pienso, algo en mi interior hace "click" y se me desbarata el razonamiento. No lo puedo asumir. 
Llevo tiempo preguntándome por él, intentando aceptarlo, incorporarlo a la vida como lo que es: una parte ineludible de vivir. 

Voy pensando que el sentido de la muerte de los seres queridos es, en parte, entender que irte tú también no es tan horrible. La idea de emprender un viaje que otros ya han iniciado
y en el que, de algún modo, te acompañarán. Aunque sólo sea emocionalmente dentro de tu corazón.

Lo cierto es que es un trayecto duro siempre. Para el que se va y para los que se quedan. Un tránsito en el que nadie nos puede acompañar, que hemos de realizar solos. 
Por eso, sería fantástico poder sentir que en los últimos momentos antes de iniciarlo te llenas de serenidad, de paz, de sentimiento. Marchas sola pero sintiéndote rodeada de amor, de calor y de la maravilla de saberte viva hasta el último momento; y ocupando el dolor, el miedo y la tristeza de irte con emociones y calma.

Parece algo difícil y demasiado idílico en un trance tan espinoso y delicado. Dependerá de la persona y de sus necesidades, de su carácter y de sus vivencias. Aunque al final, todos somos muy parecidos en nuestro universo afectivo.

Estaremos todos de acuerdo en que sería maravilloso. Coincidiremos todos en que nos encantaría asegurarnos de que ese final fuera así para nuestros seres queridos y para nosotros mismos. Pero, al mismo tiempo,  nos parece imposible en un momento tan duro y no vemos cómo podría hacerse, cómo podría conseguirse. O al menos cómo podríamos  acercarnos a semejante proeza.

Pero a veces, lo complejo se resuelve de forma simple. Y se pueden hacer proezas con una guitarra. Y lo hermoso de la vida puede invadir una sala donde la muerte está acampando con vocación de instalarse para siempre. Una voz, una guitarra, y se impone una tregua en ese cuerpo que , ya casi rendido, se entrega a la despedida.
Y en una sonrisa "Aprovecha cada minuto que dura la música y le llega hasta el ultimo de los rincones de su cuerpo" . Y el prodigio se hace música y la batalla la gana la emoción y la vida en la sonrisa de Ana. Y quien la acompaña en esa partida puede asegurar sin temor a exagerar"que este ha sido uno de los mejores momentos de su vida, y os aseguro que han sido muchos" y sabe que no se equivoca porque en su mano todavía siente la fuerza, la emoción, el temblor de su amiga,
que pudo despedirse de la vida con la certeza de que ese viaje definitivo se puede llenar de luz y armonía. 

La muerte ,despiadada siempre, se ve vencida durante unos instantes por unos acordes y una voz. La  muerte se llena de vida, de lo maravilloso de la vida y ya no nos resulta tan insoportable. 

La valentía de una mujer y la generosidad de unos músicos y de las personas que hacen posible "Música en Vena"  derrotan a la gran victoriosa. O al menos la transforman en un dolor transitable.


In memoriam 

Homenaje de Virginia Castelló a Ana, que se fue el día 9 de febrero, en Valencia, animando a Virginia a seguir con Música en Vena para poder regalar más "buena vida" a mucha más gente en medio de su lucha. 

Viví con Virginia, en directo, la noticia de su empeoramiento y cómo ella se movilizó para acompañarla en la distancia. Conmocionadas, las dos, nos quedamos suspendidas de una tristeza que Virginia ha querido compartir conmigo hasta el final. Por eso este texto. Por la conmoción y por mi agradecimiento. Como siempre.

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