viernes, 20 de febrero de 2015

En volandas

El amplio corredor se tiñe de sedas coloridas. La tenue luz se viste de calor. Suena la música. Una música profunda, ancestral, de culturas lejanas,que acolcha el ruido de nuestras preocupaciones y nuestras prisas y lo transforma en serenidad, en ganas de entregarte a ella y descansar. 
El hospital se ha transformado en un útero que nos mece y aligera.

Lalita avanza hasta nosotros, enlazas sus manos con pétalos rojos que libera como un suspiro de su corazón. Sus manos ahora vuelan como aves enamoradas y se funden con la música para romper en un torbellino de ropajes en cuyas olas nos subimos y volamos. Volamos  en los hipnóticos giros de Lalita que, como una peonza, se abandona a la inercia de ese revoloteo sanador. Vueltas infinitas que centran, que enraizan.


Ahora son otras magas con sus ropajes encendidos las que salpican de dulces tintineos el suave movimiento de sus cuerpos.


Color, serenidad y gotas centelleantes en una danza
que se nos inocula sin saber cómo y nos impide dejar de mirarlas, de seguirlas con el anhelo de nuestro corazón.







Salgo en mitad de esta ceremonia preguntándome si el mismo encantamiento será el que veo en los ojos fijos de esos niños que, tal vez, por unos momentos han olvidado por qué están ahí. Si habrán intuido  que podrán salir pronto a  bailar su propia música que será parte de esta que hoy - sembrando su imaginación- les ha devuelto, por un ratito, sus quebradas alas.

Gracias, chicas



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