sábado, 22 de noviembre de 2014

Un hambre feroz


Ayer regresé a casa con un hambre voraz. Un hambre violento y penitente, lleno de rabia. Venía de ver a unas niñas desarmadas enfrentándose a un enemigo inconmensurable. Un enemigo que ellas no entienden ni ante el que se defienden pues lo han convertido en su aliado, en el sentido de su vida, y es parte de ellas. Su lucha consiste en resistirse, en amar ese monstruo que las desbarata y al que han entregado su vida como un acto de identidad y de bien supremo. Perder la vida y en cada jirón perdido conseguir una victoria. Ganan batallas entregándose a la muerte, negando la vida que es lo único que tienen. 
¿Cómo se gana una guerra en la que tu aliada es tu propia muerte? ¿Cómo se vive en una sociedad que promueve batallas contra la vida? La muerte nos gobierna y su sufrimiento es un ejemplo claro.

A "ese jardín de las delicias", llegó ayer Música en Vena (MeV) con el aire fresco de una joven música en directo.
Tres jóvenes con sus guitarras y sus voces les llevaron otro mundo donde el monstruo se desvanece levemente. One, two, one, two, three y....suenan los primeros acordes y ya estamos en ese otro universo de emociones donde todo es posible. Y ellas, muy jóvenes algunas,  apagadas y como ausentes otras, reticentes y en posición de ataque otras....se abandonan a ese bálsamo que les dice que la vida es mucho más que perder kilos, que hay placeres que dan sentido a la existencia y que respirar consiste en sentir y no en tener una estética o un percentil. Y todas, todas, se entregan a esa fiesta improvisada y cantan y son un grupo de jovencitas viviendo y siendo ellas. Todo eso sucedió así aunque ellas no lo sepan todavía.

Las voces de Virginia y Sananda  se entregan a su interpretación con auténtica pasión. Se instalan en el bajo de Jaime y la guitarra de Sananda y se nos erizan los vellos y una energía purificadora recorre la sala.


Pienso que esos jóvenes cantando con toda su alma para ellas son mucho más que música, que un acto musical. El antídoto no solo es emocional. Mirándoles a ellos, sintiendo con ellos su música, las chicas aprenden una lección que no les podría llegar de ningún otro modo: vivir no depende de una báscula. Una báscula no puede presidir la vida. Quizá ellas no lo sepan, no lo aprendan en ese momento. Pero sé o quiero pensar que esa semillita se queda instalada en sus frágiles corazones y  confabulará contra esa sombra que ahora habita sus días.

Nos vamos y se entristecen. Por motivo doble. Se acaba el paréntesis de alegría y llega la cena.El espejismo se desvanece, el monstruo aparece en total esplendor. La tortura más insoportable de la que no pueden escapar. Hoy hay pizza, huummmm les digo y una chica me dice sombríamente que me la da. Disfrutar de una comida rica es su tortura y harían todo lo posible para zafarse de ella si no las controlaran férreamente. Comen en lucha. Y su rabia quisiera destruir los nutrientes en esa bajada inevitable a los infiernos.

Vuelvo a casa con un hambre feroz y como ferozmente. Como queriendo anular su propia furia y como queriendo contrarrestar lo mucho que yo también he contribuído a esa locura colectiva que nos lleva a estos espacios de desesperanza y sinsentido donde las calorías se convierten en el único latido que quieren contar.

MeV es un proyecto necesario por muchas cosas. A mí, egoistamente, me parece imprescindible. No me canso de decirlo. Por lo mucho que entrega generosamente y por su capacidad de transformar las sombras en luz. Pero sobre todo por lo mucho que nos enseña de nosotros mismos y especialmente por lo mucho que nos enseña sobre lo que ya sabemos y no queremos mirar de frente.

MeV requiere de valentía para asomarse a ese espejo en el que todos podemos ver lo que realmente somos. Por eso duele.Por eso sana. Por eso es imprescindible para todos.

2 comentarios:

  1. Yo era una de esas chicas que estuvo ingresada ese mismo día en la sala Santa Margarita del Hospital Niño Jesús y...
    Gracias.

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    1. Alba, ese "y"... Gracias por tu comentario, cariño. Me alegra mucho encontrarte entre estas líneas y no en la sala Margarita. Te deseo lo mejor para este 2016. Eres una chica valiente y generosa. Tu comentario en este blog así me lo demuestra. Gracias, Alba. Un beso enorme.

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