viernes, 28 de noviembre de 2014

Esa delgada línea

Viernes. Hospital Gregorio Marañón.
Van a buscarnos. Una enfermera encantadora nos conduce a la puerta que nos espera cerrada y que han de abrirnos para poder entrar. 

Venimos de oncología, del hospital de día, donde Paco ha calentado un día gris y lluvioso con su guitarra. Los pacientes, agradecidos, aplauden como pueden y le avisan:"Esto que oyes, sonaría el doble". Porque los cabos que los atan a la vida les impiden aplaudir como quisieran. Un sevillano le pide a Paco que le regale otro ratito y así le deleita con ese flamenquito que le devuelve a su tierra y al optimismo.


Estamos, ahora,  en siquiatría. Nos recibe una estancia de un color y una luz cálidos. Mucho más que otras estancias del hospital tan blancas y frías. Se cierra la puerta tras nosotros. Las enfermeras, emocionadas, nos reciben y , temerosas, se dicen y nos dicen "vamos a ver qué tal". Porque nadie se acuerda de esta planta y ellos tienen una vida tan dura y tan pesada en el hospital...

Repartimos sillas por una sala y empiezan a llegar. Se sientan. Llenan la sala. Miradas perdidas, otras inquisitivas, nerviosas. Otras no están. Bloques de soledad. En ningún otro espacio se puede sentir la soledad y la derrota como en esta sala. Perdidos en su trastorno, se cuelgan en las cuerdas de Paco y mecen su vacio entre las notas de su guitarra. Descansan sobre la música como Sísifos agradecidos. Se cuelgan de Paco y de la pasión con la que puntea y rasga sus corazones. Los dedos de Paco pulsando resortes escondidos. Punteos conmovedores que recorren como agua fresca , el desolado desierto de la enfermedad. Pura Música en Vena.

Algunos dicharacheros, se lanzan a comentar detrás de cada actuación. Mermados por su enfermedad expresan emociones, acuden a ellas y las desvisten para todos nosotros con una pureza y un entusiasmo turbadores. 

No son quienes quieren ser, no saben quiénes son; pero, sin saberlo, son pura emoción. Cristalina, como la música de Paco, que, en estado de gracia, nos levanta el vello. Respira la guitarra de Paco que cierra los ojos entregado al prodigio que se está creando en esa sala. 
Nos regala una maravilla que creó para dar gracias a quienes le cuidaron y le devolvieron la salud, tras pasar por una enfermedad. Les dice a los que le escuchan que prefiere estar entre ellos que ante un auditorio en el Teatro Real. Y la honestidad, esa que tanto echamos en falta en todas partes, hace que una señora- que se ha pasado todo el tiempo gritandole  a Paco "guapo"  (porque lo es)- equivocada, le diga muy seria: " no digas eso ni en broma. Porque tú haces esto por caridad". Y Paco, acertado como ha estado toda la mañana le responde con la única respuesta posible: "No, lo hago por cariño". Y eso, el cariño, no tiene parangón. La señora en su desvarío ha dicho lo que sentía, sin tapujos, sin pensarlo. Transparente. Y del mismo modo ha recogido la respuesta de Paco, que después ella ha hecho carne, dándonos besos a todos al finalizar la reunión. 

El ser humano perdido, descansando en una guitarra y en el arte de un hombre traspasado por la emoción de su propia pasión y del portento tan especial que se ha creado en esa sala. 

Locos. Sí. Y ellos se ríen al decirlo y juegan con la palabra y nos dicen cosas como "estamos locos pero no somos tontos" o "me voy a volver loca" del berrinche porque hay quien se ha emocionado al estremecerse en esa nana y en la alegría de saber que hoy tenía el alta y dejaba atrás ese mundo de sinrazón y de emociones y dolor. Y mucha soledad.  La soledad del que se sabe perdido sin recordar que alguna vez tuvo un sitio al que volver. Una soledad estratosférica, sin ningún lazo del que tirar que les recuerde que es posible volver allí donde un día todo era posible.

El que piense que está lejos de ese mundo imposible, está más cerca de lo que cree. Esa delgada línea está ahí esperando para que cualquiera de nosotros la crucemos sin poderlo remediar. Y en esta sociedad deshumanizada, donde lo único que cuenta son los resultados económicos y donde es fácil sentir que has fracasado, la enfermedad mental aumenta como una plaga. El ser humano desasistido es la marca de esta sociedad despiadada.

Pero hoy esos seres humanos nos han dado una lección y nos han demostrado que pueden quitarnos todo menos la emoción. Que un artista con su pasión puede devolverles por un instante el lazo que los reconcilia con la vida. Un simple esbozo de luz que asomaba en sus ojos perdidos y les hacia parecer menos solos en medio de tanta gente, en medio de su gran soledad. Bloques de soledad regados por música y emoción.

La enfermera de planta, emocionada y muy agradecida, nos acompaña hasta la puerta que ha de abrirnos de nuevo y asegurarse que queda bien cerrada. Dentro se quedan ellos que, según nos dice la amable enfermera, tendrán para dos meses con el recuerdo de esta visita que les ha llenado un poco unas vidas tristes y vacías donde las horas se miden por la intensidad de un dolor que no comprenden y del que no pueden deshacerse.

Volvemos en nosotros siendo conscientes de haber presenciado algo muy especial. Quizá sean estos todos los milagros que podemos esperar hoy en día. Los milagros realizados con una guitarra, entrega y mucha emoción.  
Ya lo dijo un sabio que no está entre nosotros:
"La emoción es primero. Primero se siente y después viene lo demás, el pensamiento, que se estructura en palabras.  (José Luis Sampedro)


Aquí dejo las mías como auténtica necesidad después de tanta emoción. Como siempre, GRACIAS, MeV.

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